Una tenue línea de un maravilloso rayo de sol color dorado, que se iba filtrando con el escape de las nubes nocturnas y desaparecían las sombras de la misteriosa noche, invitándonos a vivir el día más espléndido de nuestra existencia.
En aquella loma que se ve al poniente, hay una casa rústica; pero se veía muy limpio el corral del frente, donde tenían un caballo, de color negro y un mechón blanco, animal muy bonito; atrás hay un gallinero, más o menos cien gallinas y varios gallos, de raza búlica, preciosas y muy ponedoras, dividido éste por unas trancas en donde están varios cerdos, con los que hacían negocio; compraban y vendían esos cerditos. Por el sendero que va rumbo al norte, a unos quinientos metros, se situaba el tianguis semanal, a donde se concentran vecinos y comerciantes del lugar.
En ese momento, sale de la casita una señora, secándose las manos con su delantal, va rumbo a la parte trasera de la casa y da un grito:
– ¡Rosaura! ¡Apúrate niña!
– Ya voy mamá, ya voy.
Poco después salen de la casa las dos mujeres, llevan una carretilla hecha con varas cargada con dos lechoncitos, un anafre y varios recipientes con comidas variadas para las quesadillas que vendían. Llevaban también una gran caja con blanquillos en los cartones que conseguían en la tienda de Don Nabor.
Doña Lupe, era una mujer joven de treinta y seis años, viuda, cuando murió el marido, no tuvo pensión y su ranchito no daba para vivir, trabajaba en una fábrica de hilados y tejidos, como son gente que no tiene sus negocios en regla, no hubo liquidación de ninguna clase, Rosaura, una jovencita de catorce años, linda, de pelo largo con dos gruesas trenzas de color negro como el azabache, piel apiñonada y muy alegre.
Cuando quedo viuda, optó por vender quesadilla en el mercado, y en la cercanía de la iglesia, vendían blanquillos también. La niña va a la secundaria del pueblo y en las tardes le ayuda a su mamá.
Nabor hijo, acaba de llegar de estudiar la preparatoria en el Estado y había vivido con su abuela. No tenía más aspiración que ser como su papá, que era un buen comerciante y como ya pensaba en abrir otra tienda, cerca de las unidades habitacionales, el joven pensaba en ayudarle con ese nuevo lugar. Nunca se le veía en compañía con los demás chicos del pueblo, ni en borracheras, ni pendencias; al contrario siempre ayudaba a cuanto tenía un problema o acompañando niños a las escuelas. Los días de tianguis o ferias del pueblo era el primero en ayudarle a su padre con todos los menesteres de los templetes y con el camioncito que tienen.
Pasaron cinco años, sucesos buenos y desagradables sucedieron durante ese tiempo, murió el señor Nabor y su hijo se tuvo que hacer cargo de las dos tiendas. Se vio muy agobiado por el exceso de trabajo, tanto que tuvo que contratar gente para poder atender las tiendas, que día a día iban hacia abajo, Nabor se desesperaba por ver tanto problema, hasta un empleado que vino de otro pueblo le había robado mercancía y dinero, le urgía alguien de mucha confianza.
Doña Lupe se enfermó Rosaura, ya no pudo quedarse en el estado, no entró a la universidad, ya que iba a atender a su mamá. Llegando al pueblo, se dio a la tarea de atender a su mamá y darle sus medicinas, que la siguiera viendo el doctor; caramba cómo corren los chismes, luego luego le avisaron a Nabor en su tienda que Rosaura había regresado. Esa noche como a las nueve, cerro las dos tiendas le hizo cuentas al empleado, volando se fue a saludar a Doña Lupe, que esta enfermita. (¿?)
– Doña Lupita, ¿Cómo sigue? Vine en cuanto pude, ¡Rosaurita! ¿Cuándo regresaste? Qué bueno que estas aquí de nuevo.
– No te hagas de novedad, ya te fueron con el chisme. ¡Ay esas viejas!
– Rosaurita, ¿Vas a regresarte a seguir con la universidad?
– No, ya no voy a estudiar en el estado, voy a hacer la carrera por internet.
– ¿A poco se puede?
– Aquí voy a buscar trabajo, para poder vivir con mi mamá.
– Como ves que a lo mejor yo te puedo ofrecer algo.
– ¿Deberás de qué?
– Desde que murió mi papá no tengo alguien de confianza que me ayude, son dos tiendas; pero solo llevarás la administración; los camiones y toda la bodega, me encargaría yo. Siempre que tengas que atender a tu mamá, podrás hacerlo sin problemas a las salidas.
– ¡Maravilloso! Mamita, ya tengo trabajo; gracias Nabor, eres un ángel.
Las actividades de las tiendas, que aún no les habían puesto nombre, empezaban, no sin ciertas dificultades, Nabor, no tenía idea de cómo se controlaría debidamente el negocio. Rosaura, muy inteligente, le costaba trabajo hacerle entender que lo que le sugerían, pero poco a poco van llevando la situación. Rosaura recordó que en el pueblo vive el profesor Santos, quien le dio clases de matemáticas en la prepa, lo buscaron para plantear su problema y pedirle ayuda.
Le dio mucho gusto al profesor Santos, que una de sus alumnas tuviera el deseo de ayudar a un amigo de la infancia. Los muchachos se dieron a la tarea de aprender a llevar legalmente el negocio; el profesor fue instruyendo a los muchachos, aprendieron a hacer cuentas de acuerdo con los precios de los diferentes productos; todo esto se llevó casi cuatro meses, quedaron satisfechos del resultado, el muchacho Nabor quiso pagarle y no aceptó, le dijo:
– Me conformo con que me inviten a la inauguración y bautizo de las tiendas.
– Aceptamos.
Quedaron instalados y la gente vio con buenos ojos la atención que recibían de parte de “los dueños”. Ya estaba cerca la fecha del 12 de diciembre, tomando la ocasión para la inauguración; se prepararon regalos para celebrar y obsequiar a los visitantes, con el nombre de las tiendas (¿?), se pensaba ya a futuro. Cuando llegó el cura y los invitados, ya estaba mucha gente, entraban y salían, de puro fisgones; solo se veía, estantes llenos de mercancías, sacos de maíz y de azúcar, en fin muchas cosas. A la indicación del cura se juntó más la gente y les dirigió unas pocas palabras:
– Deseándoles éxito a los jóvenes y que tengan un buen futuro; reciba la bendición de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo este grupo comercial “AMANECER”.
Enseguida se escucharon gritos de vivas y aplausos y circulaban riquísimos tamales y un atole de cajeta exquisito. Doña Lupita, que fue la encargada de organizar a los cuatro empleados que tienen para que atendieran a los visitantes. La convivencia se alargó hasta después de la misa de una de la tarde. Para ser el primer día de negocio Rosaura, Nabor y Doña Lupe, quedaron rendidos, pero Lupe ya les tenía preparado un riquísimo caldo de gallina con verduras y mole verde para chuparse los dedos.
Con la asesoría del profesor Santos, y con el entusiasmo de los jóvenes, el negocio cada día se consolidaba, hasta el grado que al paso de tres años, ya pensaban en un negocio en grande. A estas alturas el profesor Santos, regresó a dar sus clases a la preparatoria del estado, pero los muchachos ya manejaban solos los dos negocios.
La relación de los dos jóvenes empresarios hasta este momento había sido puramente de negocio, hasta que un día al cerrar las puertas de las tiendas, se tomaron de las dos manos, era su forma de despedirse, sintiendo una sensación tibia y como vibración; ella se separa y se pregunta en voz alta:
– ¿Qué me pasa?
– No sé, pero creo que siento algo extraño.
En eso estaban cuando llegan a la casa de Rosaura, Nabor se despide de ellas, con un adiós muy nervioso.
– Hasta mañana, temprano.
– Si, si claro. (Evidentemente nerviosa).
– Hasta mañana mamá. (Sigue muy nerviosa).
– ¿Qué tienes mi niña?
– Nada mamá, nada.
-Te conozco, mi niña, te conozco, ¿Es Nabor? ¿Te hizo algo?
– No, nada, estate tranquila. Pero…
– Pero ¿Qué?
– Creo que estoy enamorada de él.
– ¿Queeé?
– Descubrí que estoy enamorada. Y creo que él de mí.
– Asegúrate, que venga y hablamos los tres, ¿Qué te parece?
– Voy a ver cómo van sucediendo las cosas, yo le digo y que te pida permiso.
– Las cosas por la derecha. Como lo hizo tu papá.
Las actividades de los dos jóvenes empresarios, siguió su curso, el negocio en ambos locales crecía, se mejoraba, ya abarcaban la entrega a domicilio, compraron una camioneta de carga, todo crece de maravilla, el ahínco que habían puesto los jóvenes, Como las unidades habitacionales va en aumento, ya pensaban en desarrollar un supermercado, pero existía un gran problema, ¡Dinero!
Esa misma noche, a la hora de la cena, las dos mujeres madre e hija charlan sobre el tema del supermercado y al tocar el asunto, Rosaura le dice a su mamá:
– Escuche mamá, sé que los terrenos que dejó mi papá no los ocupamos nosotras, ¿No le gustaría que los vendiéramos? Con eso nos podemos hacer socias de Nabor. ¿Qué le parece?
– No es mala idea, dice Doña Lupe, ¿Quién nos podrá ayudar, que no nos haga una mala jugada?
– No se apure mamá, Nabor y yo, vamos a ir al banco mañana, para lo de un posible préstamo y le puedo consultar lo de los terrenos, pues son cuarenta hectáreas muy buenas. Además, supe que quieren poner una empacadora de vegetales, primero Dios se resuelva todo junto.
– ¿Lo crees mi amor?
– Estoy segura.
La conversación con el señor José Rivas, gerente del banco regional, fue exitosa, debido a que, primero ponían peros para un préstamo porque no ofrecían garantías, pero en el momento de conocer el deseo de vender los terrenos, la cosa cambió. Se otorgó el préstamo, quedando de garantía los terrenos, sin que esto obstruyera la posible venta de los mencionados.
Empacadora Monteclaro, S. A., es la empresa que se interesó por los predios, por medio del señor Carlos Juárez López, gerente de la empresa se puso en contacto con los dos muchachos y a través de varias conversaciones, se pusieron de acuerdo y vendieron los predios. Las excavaciones empezaron veinte días después.
Lo primero que hicieron fue constituir una sociedad para poder echar a andar su proyecto el cual fue pensado, planeado y llevado a cabo. La obra duró seis meses y Nabor les dice a Rosaura y a Doña Lupita:
– Las invito a cenar hoy en la terraza del restaurante “La Pradera”.
– ¿A qué se debe? (Pregunta Doña Lupe).
– Que raro. ¿Para qué?
– Ya lo sabrán, pónganse muy guapas.
Se sorprendieron; pero no dieron demasiada importancia. Nabor a la siete de la tarde noche, llegó hasta el domicilio de las mujeres y les dice:
– ¿Listas? ¡Qué lindas!
– Muchas gracias. (Dice Rosaura).
– Entonces, vámonos.
El trayecto al restaurante fue muy agradable entre bromas, comentaros y tópicos de la construcción, que ya había empezado, llegaron y se acomodaron en la mesa que les habían reservado. Como ninguno estaba acostumbrado a beber, Nabor pidió una sidra y el mesero, solícito, lleno las copas. Nabor al tomar la suya, la lleva al frente a la altura del corazón y le dice:
– Rosaurita, ¿Quieres casarte conmigo?
– ¿Queeé? No sabía nada. (Se sorprende Doña Lupe).
– Yo tampoco, (repite Rosaura). Déjame pensarlo un momento, (mientras apura su copa).
– Déjame pensarlo bien, fue una sorpresa.
Nabor tenía la mano extendida sosteniendo una pequeña cajita, que contenía un hermoso anillo de compromiso, luciendo un precioso diamante. Durante el trascurso de la cena, platicaron de muchas cosas detalles, del negocio y del futuro. Hablando del súper y de la boda, quedaron de acuerdo casarse el día de la inauguración del supermercado Amanecer, los tres quedaron de acuerdo. Les quedaban cinco meses para terminar su obra, y desde luego hablaron con el arquitecto y asumió la responsabilidad de terminar en octubre.
Llegó el día ansiado, 12 de diciembre, el supermercado Amanecer, completamente terminado, habilitado de todo lo necesario para dar un servicio de primera, los empleados uniformados, las edecanes que atendían a los visitantes, invitándolos a degustar los alimentos que algunos proveedores estaban sirviendo, todo era orden, limpieza y buen trato.
No se nos olvide la iglesia, estaba pletórica de flores y el pasillo alfombrado, en el atrio están dos grupos de mariachis y el coro de niños de la catedral del estado en el coro interno del recinto religioso, y la celebración sería presidida por el señor obispo Oscar Contreras, obispo del municipio.
Rosaura y Nabor parecías príncipes, en el pueblo eran muy apreciados por toda la gente, dos ejemplos de jóvenes que trabajan e invierten en su pueblo para bienestar de los habitantes.
– Abuelito, no llores.
– Me entró una basurita. Ya te digo mi muchachito, es la historia de tus abuelos y de este tu pueblo querido.
Jorge Enrique Rodríguez.
23 de agosto de 2012.