Después de entregar “La Cajita de Olinalá” al hijo de Don Chinto y Doña Mere, inmerso en el extraño acontecimiento vivido en la casa de Don Juan de Dios Nahualitl, ya con el nuevo pedido y el cheque del saldo de su cuenta, me tomé el resto del día para tomar mis alimentos, no había desayunado; deposité el cheque, quedándome a comer en el restaurante del lado derecho del banco, en ese momento transmitían las noticias de Joaquín López Dóriga, anunciando el accidente en la carretera de Hermosillo a Guadalajara, en el que falleció el candidato del partido acción nacional, esta noticia causó muchos comentarios.
Estaba muy impactado por el acontecimiento de la familia Nahualitl Cuautle, e hice esta pregunta:
– ¿Entiendes Jorge? (Yo mismo respondí).
– No tocayo, no entiendo.
Como era día jueves por la tarde, hablé a la oficina avisando del depósito y de mi regreso a la oficina matriz. Quise investigar sobre la familia mencionada y me regresé a Contla para despejar mi duda deseando iniciar mi investigación; eran ya las siete de la tarde noche, me detuve en la única gasolinera que había en el pueblo, empezando mi investigación; pero el chavo de la estación de Pemex, me dice:
– ¡Újule patrón! Apenas tengo dos meses trabajando aquí y no he oído nada de esa familia, tanque lleno patroncito, son $260.00, servido.
– Toma quédate con el cambio y no le digas a nadie patrón, nadie es criado de nadie. (Le da trecientos pesos).
Pasé la noche en el auto, el chavo me vendió una torta y un refresco de lata; al día siguiente, me fui al centro del pueblo buscando alguna oficina del municipio para pedir informes, no encontré oficina alguna; me dirigí a la parroquia, entré y vi al padre solo, leía una pequeña biblia, le pregunté:
– Perdone padre.
– Dime hijo, ¿Te quieres confesar?
– No reverendo, solo quisiera hacerle unas preguntas.
– Dime hijo.
– ¿Que me puede decir de la familia Nahualitl Cuautle?
– Uuuuy hijito, esa familia tuvo muchos problemas desde que Mere era muy jovencita su padre quería dársela al tendero a cambio de lo mucho que le debía, Jacinto era ayudante en la tienda, entones le dijo a Mere:
– Juimonos a Contla, “ai” tengo parentela.
– ¿Sin casorio Chinto? (A Mere se le encienden las mejillas).
– No como crees, mi Tata Viejo, nos lleva con el padre Juditas para que nos matrimonie. ¿Qué dice mi chorreada?
– Ta güeno mi chulo.
– Una pareja muy simpática, así que usted es el padre Juditas?
– Si fíjate, nombrecito que me pusieron mis Tatas, mira se me ha pegado el dialecto de mis feligreses.
– Bueno padre, solo quiero hacerle unas preguntas.
– Con mucho gusto muchacho dime.
– Usted me dijo que conoció a la familia Nahualitl Cuautle, ¿Me puede decir algo más sobre ellos?
– Mira muchacho, no sé quién eres; me pareces una buena persona y te voy a contar, Merenciam y Jacinto vinieron de Tlaquepaque, aún adolescentes a refugiarse con el tío de Chinto, Don Lencho Nahualitl, éste recurrió a mi yo estaba recién ordenado, decidió el tío casarlos y Don Lencho les regaló un terrenito enfrente del cementerio, pasaron tres años y no tenían descendencia; yo los llevé con Doña Altagracia la esposa del boticario, para que los orientara, yo no podía decir nada ¿Me comprendes verdad?
– Si claro, ¿y luego?
– Pasaron más de diez años y al fin Mere se embarazó y el día de San Juan nació Juan de Dios.
– Qué interesante Padre, ¿Qué pasó después?
– Cuando eran ancianos, el presidente municipal les ofreció comprarles el terreno y Chinto se negó, no lo hubiera hecho pobres, les costó la vida.
– ¿Por qué padre?
– Les quemaron su casa y murieron en el siniestro.
– Adivino lo que pasó, el cabildo mandó a sus secuaces, ¿No?
– Si así fue, como solo ellos sabían en donde vivía Juan de Dios, nadie intervino en nada.
Le conté al padre Juditas lo vivido por mí y el encuentro con Don Juan de Dios y solo me dijo:
– Voy a rezar por el alma de Mere y Chinto me dio la Bendición y me despedí y le prometí pasar a saludarlo en mi próximo viaje. Para no regresar por Mil Cumbres seguí por la carretera a Guadalajara, regresando por el Puente de Calderón, me pasé la noche en Querétaro, amaneció y el mesero me comentó que de la ventana se ve el campo de futbol y a las doce jugaban Los Gallos Blancos contra Guadalajara, valió la pena la espera las Chivas Rayadas se comieron a los Gallos Blancos con marcador de 4-0.
Terminado el partido me bañé y bajé al comedor, de postre sirven un flan muy sabroso, pague las cuentas del hotel y restaurante, bajé por mi auto ya habían bajado mis pertenencias, salí del estacionamiento dirigiéndome a mi casa en San Cristóbal, recibiéndome mi esposa muy cariñosamente, acompañada con la algarabía de mis hijas, en ese tiempo todavía no nacía el varoncito.
Fue una aventura inolvidable e incomprensible.
Jorge Enrique Rodríguez.
14 de agosto de 2020.