Desde tiempos bíblicos, se tiene conocimiento del maltrato que se les daba a los niños, al grado que el mismo Niño Dios tuvo que huir hacia Egipto, viviendo con su familia en Judea. El representante del imperio romano en esa población de Judea era Herodes, un hombre cruel y sanguinario, dio la orden de matar a todo niño menor de dos años, por temor de ser reemplazado por el Mesías esperado por los judíos.

Dentro de todo lo que se ha investigado no se menciona el maltrato de menores, quiero pensar que fue porque no existían publicados los registros de tan deleznable actitud.

En la actualidad es muy común por todos los medios de comunicación que le den tiempo y espacio al maltrato de los menores y tráfico tanto de órganos vitales como de comercio sexual con menores. Existiendo industriales, gobernadores y otras alimañas, así como en algunos casos los mismos padres de familia; difundirlo no es la solución, soy creyente, pero yo sí estaría por la pena de muerte para estos chacales.

Cuantas veces que sabemos de padres borrachos, vagos o drogadictos que maltratan a la mujer y sus hijos; que los mandan a pedir limosnas o a vender chicles en la calle; otras veces han prostituido a sus mujeres y a sus propios hijos. Se dicen padres y violan a las hijas pequeñas o a los niños, con acompañamiento de una tanda de golpes y amenazas; que decir de las hienas humanas, que venden la virginidad de las jovencitas al mejor postor, las lanzan a la calle y muy pocas son salvadas de esa vida.

Más cruel que los golpes, pienso que el maltrato psicológico es mucho más peligroso para el menor; no faltan progenitores que pretenden hacer que el menor sea un “alumno de diez” o conseguir “honores académicos” que el “hombrecito” no obtuvo por inepto y orillan al hijo hasta cerca del infarto por ansiedad de sacar 10 porque si no “mi padre me mata”. Lo que logran estos engendros de padre es un niño menguado en las facultades mentales o minusválido por las descargas emocionales tan severas lanzadas por el multicitado remedo de individuo.

Dediqué varios años de mi vida profesional a la docencia, dándome cuenta de toda la problemática que tienen los niños y las niñas en su tierna infancia y adolescencia; algunos por fortuna pocos, adultos jóvenes entre 21 y 22 años, con severas secuelas de los problemas sufridos, siendo muy doloroso no poder ayudarlos en todo lo que necesitan.

Como esto no es un tratado psicológico, sino un comentario respecto a mis experiencias, quisiera terminar compartiendo el grito del último grupo de niños con quienes compartir:

“Los niños queremos paz”.

Jorge Enrique Rodríguez.

4 de agosto de 2009.

https://www.facebook.com/enriquegarzaescritor/