Cuando sobre el horizonte vemos los rayos lumínicos del final del día, es el momento en que deseamos llevar la vista hacia atrás y quisiéramos a veces poder volver y corregir o desaparecer algún acto o situación que en la actualidad nos causa angustia o nos ha sumergido en esa horrible depresión.
Si somos románticos, quisiéramos haber nacido en la época de las cruzadas, haber sido caballero del rey Arturo y formar parte de la mesa redonda de Camelot; enamorarnos de tal o cual doncella o princesa o tal vez de una dama de la reina de Inglaterra; sin embargo nacimos en pañales de manta de cielo y somos hijos naturales de cualquier ca…ballero que no nos dio su apellido y llevamos el mismo de nuestra madre, a mucho orgullo; que vive angustiada por la falta de recursos económicos suficientes para sobrevivir.
No debo maldecir al hombre que aportó su semilla para darle la oportunidad de poder demostrar que es una mujer capaz de salir adelante con su hijo y hacer de ese niño un ciudadano útil a la sociedad, con estudios y fuerza suficiente para demostrarle al “caballero”, que hombres como él, no hacen falta en este mundo; sin embargo, es mi padre y yo no debo juzgarlo, existe un poder superior que le pedirá cuentas.
Una mujer así, justo como mi madre, no es un caso aislado, existen miles, millones tal vez; sin embargo todavía existen muchos “hombrecillos” que piensan como trogloditas. Esto es lo que veo en el destino final de muchos de nosotros; parece que no hay remedio, ni sociedad civil, ni gobierno, ni autoridades de apoyo que estén haciendo algo al respecto, el problema ya nos rebasó.
Acepten un consejo de una persona que va a cumplir 75 años: “Trata a la mujer con delicadeza, con ternura, no la toques si no piensas que tus manos son pétalos de rosa”. Recuerda por último, que tu madre es mujer, tus hijas son mujeres, tus nietas son mujeres, ¿Cómo te gustaría que sean tratadas?
Jorge Enrique Rodríguez.
21 de mayo de 2008.