En los tiempos navideños surgen un sin número de leyendas que a veces son solo fruto de la imaginación de señoras de la tercera edad o pensionados, (hombres y mujeres) que no tienen nada que hacer, dedicándose a chismorrear y recortar a medio mundo. En las jardineras que existen en el monumento a la fundación de la Ciudad de México un grupo de tres ancianos y una ancianita departían un almuerzo y seguramente su plática era muy amena, lo supuse debido a las carcajadas que se escuchaban, no me detuve porque llevaba algo de prisa.
Una vez atendido el asunto planeado me encaminé hacia una tienda del centro cívico de la ciudad, cuando llamó mi atención un joven de unos veinticinco años, de ojos intensamente azules, pelirrojo; pero de tono suave, vestido con una “cuera” de piel de venado en color tabaco con “tarugos” de plata, pantalón y botas del mismo material y color, lleva un cinturón ancho grapado con estoperoles de plata y una gran hebilla de igual metal, con la figura de un búho de grandes ojos brillantes como de cristal, no lleva sombrero, cosa rara por su vestimenta.
Se detuvo a mirar el aparador de una joyería de la calle Madero, contemplando una serie de joyas varias, entró en el local, solicitando le mostraran los anillos:
– Hola huerquilla, me muestras los anillos que tienes en la esquina de tu vitrina, por favor.
– Con gusto, ¿Desea sentarse un momento?
En ese instante se presenta una hermosa joven de más o menos veintidos años, de piel apiñonada, ojos color almendra, vestida juvenilmente en color verde agua, fue directo al mostrador hablando con la dependiente, mientras ésta entrega al joven que espera un anillero con unos ejemplares verdaderamente divinos.
Santos, el joven a quien nos referimos, colocó el anillero sobre la mesita que estaba en la sala de espera, contemplando aquel espectáculo de reflejos y cortes perfectos, tomó el que llamó su atención, un ejemplar bellísimo de cortes perfectos, lo tomó entre sus dedos índice y pulgar, y dirigiéndose a la joven que se sentó a un lado y revisaba unas gargantillas, le dijo sin previo saludo:
– ¿Te gusta huerca?
– ¿Acaso nos conocemos señor…?
– Soy Santos Esparza, y ¿cuál es tu apelativo?
– Le suplico no me moleste, por favor.
– Solo te pedía una opinión, caray, qué carácter.
– Señorita, (Dirigiéndose a la dependiente). Me gusta ésta; pero vuelvo otro día.
– Con gusto, Srita Sinclair, la esperamos.
– ¿Así es siempre?, le preguntó a la dependiente.
– Generalmente no, es muy amable, no sé qué le pasó hoy.
– ¿Ese juego fue el que le gustó?, ¿cuál es su precio?
– Catorce mil quinientos euros, son la gargantilla y los aretes.
– Mira huerca, envíaselos a su casa, con esta tarjeta.
Santos entrega una tarjeta con la siguiente leyenda: “Los ángeles del cielo permitan que su bondad sea la portadora del perdón que le ruego me otorgue por la gran molestia que le ocasioné”. Santos.
Presto el mensajero se presentó al día siguiente, ya cobrado el cheque correspondiente, en el domicilio de la Dra. Lilia Sincler.
– ¿Srita. Sinclair?
– Si, ¿Qué desea?
– De la Joyería “Ricci” un envío para usted, firme aquí por favor.
– No he autorizado la compra.
– Viene sin cargo alguno.
– ¿Quién lo envía?
– Ese dato solo se lo dan en la joyería, si lo autorizó el comprador.
– Muchas gracias, lo devolveré personalmente.
La Dra. Sinclair atendió a sus pacientes y saliendo de la Torre Médica, abordó un taxi, pidiendo la condujeran a la Joyería “Ricci”. Al entrar al establecimiento, le llamó la atención ver de espaldas a un hombre elegantemente vestido, de cabello rojizo, por un momento pensó:
– Qué curioso, dos personas distintas con el cabello idéntico y en el mismo lugar. Dirigiéndose a la dependiente:
– Srita. vengo a devolver este envío que no autoricé. La señorita sonríe y dice:
– Ingeniero Esparza, aquí lo buscan.
– Al volverse ambos, quedaron mirándose fijamente, sin expresión alguna.
– Está usted bellísima.
– Usted irreconocible.
– Santos Esparza Galarza, Ing. Agrónomo, a sus órdenes en el rancho “El hijo de la de enfrente”, en el municipio de San Nicolás, Nuevo León así ya no soy un desconocido. ¿Y… usted?
– Lilia Sincair, Psiquiatra. El cambio de personalidad me interesa.
– A mi me gustaría que me acepte una invitación a comer. ¿Acepta verdad?
– Depende…
– ¿De qué?
– Sin compromiso de ninguna clase.
– Aceptado. Trazando con un dedo una pequeña cruz sobre el corazón.
Ambos jóvenes abordaron un taxi que fue enviado por la señorita de la joyería. El traslado se llevó a cabo con cierto grado de incertidumbre, solo cambiaban miradas sin iniciar conversación alguna. La doctora Sinclair, con experiencia con sus clientes, inicia la plática:
– Bueno “Don Santos”, dígame, ¿Cuál es el verdadero motivo de su viaje a esta capital?
– ¡Quítele el “Don”! que no soy un viejo.
– No debemos perder de vista que algún día llegaremos a serlo, sobre todo, prepararse para serlo.
– ¿Prepararse, cómo?
– Señores, hemos llegado.
– Gracias, ¿Cuánto te debo?
– Nada ingeniero, es cortesía de “Ricci”.
– Toma de todos modos. (Entregando un billete de cien dólares).
En la entrada del restaurante “Veranda” eran esperados por el capitán de meseros y uno de ellos, se dirigió a los recién llegados:
– Ing. Esparza sírvanse acompañarnos por favor, se les asignó una mesa frente a los jardines interiores, esperamos sea del agrado de la dama. Sus asistentes son Aldo y Rino, yo soy Dominico y estamos para servirles.
Cuando fueron instalados a su mesa, les ofrecieron un coctel de bienvenida dejando los menús. La psiquiatra de inmediato inició la conversación:
– En lo poco que nos hemos tratado, he notado algo que me llama la atención. La primera impresión fue de un joven irrespetuoso y muy engreído, la segunda vez, un hombre culto, atento. Completamente diferente al anterior. ¿Hay alguna razón especial?
– Bipolar, ¿Si? Eso que notaste en unas cuantas horas, un médico de los EEUU tardó dos años; pero estoy controlado.
– ¿Me permitirías que te ayude? Soy especialista.
– Claro que sí, sin reserva alguna.
– De acuerdo, solo que este momento no es adecuado para una consulta. ¿Dime a qué se debe el viaje a la capital?
– Mis padres van a cumplir cincuenta años de casados y les quiero regalar los anillos de la renovación de sus votos matrimoniales, todavía tengo muchas cosas que preparar.
– Supongo que tienes hermanos que te ayuden.
– No, soy su único descendiente.
– De seguro has sido muy…
– ¿Engreído? Si, no temas estoy acostumbrado a oírlo. Cambiemos de conversación, si te parece.
– Háblame de tus papás, ¿Cómo se llaman?
– Mi mamá se llama Agustina Galarza y mi señor padre Santos Esparza, conmigo habemos cinco generaciones seguiditas de Santos Esparza.
– Mira Santos, te voy a hacer una pregunta, quiero una respuesta sincera, ¿Entre tus ascendientes existió alguien con un problema igual al tuyo?
– Si te refieres a lo bipolar, olvídalo. Nunca he sabido de mis padres biológicos.
– ¿Cómo estuvo eso?
– Tus ojos me han dicho que puedo confiar en ti. Te voy a contar mi historia. En San Nicolás se realiza una romería para recordar el día de “Los Fundadores”, realizando un paseo de 58 kilómetros, en todo el trayecto se instalan fondas rústicas, dejando espacio para el movimiento de ida y vuelta de carretas antiguas adornadas…
– Debe ser precioso ese paseo.
– Imagínate es tradición de generaciones. En ese año mis papás andaban muy tristes porque mi mamá no había podido tener un bebé, a pesar de que habían consultado a especialistas hasta en el Norte.
– No contengas tu llanto. Las lágrimas varoniles nos muestra la grandeza del alma del emisor.
– ¿Llorar yo?; de ninguna manera, no huerca.
– Bueno, olvidémoslo. ¿Qué más pasa en Los Fundadores?
– En esa ocasión decidieron regresar a paso lento, Doña Agustina se sentía mal, llevaban como media hora de camino cuando Pinto y Paloma, los corceles consentidos de mi papá, relincharon parándose sobre las patas traseras, al mismo tiempo se escuchó el llanto estridente de un bebé, en forma instintiva mi padre lanzó su cuchillo de monte con tal destreza que cortó la cabeza de una cascabel adulta. De inmediato bajó de la carreta y succionó el veneno del cachete del bebé. Lo primero que hizo Don Santos fue regresar con el bebé en brazos a la carreta con Doña Agustina. Llamaron a la casa grande y pidieron una camioneta para llevar al bebé al hospital y a la Doña a su casa.
– ¡Qué barbaridad!
– Ahí no paró la cosa, mis papás se dieron a la tarea de buscar a los padres del niño, las autoridades no quisieron hacerse cargo de él. Se contactó con el reverendo Galarza, tío de Doña Agustina y su consejo fue que se diera aviso al ministerio público y al mismo tiempo solicitar la custodia temporal del niño, después él mismo les entregaría en adopción por conducto del albergue a su cargo. Bautizando al niño con el nombre de Santos Esparza Galarza.
– Cómo quisiera unos padres como los tuyos, me encantaría conocerlos.
– Pensé que me rechazarías.
– No tonto, ¿cómo crees?, vámonos tengo una consulta en media hora.
– ¿Nos volveremos a ver?
– Cuando recojas el paquetito de la joyería, agendamos las consultas.
– Tengo que regresar a San Nicolás.
– Haz lo que debas hacer. No hay ningún compromiso, tienes mi tarjeta.
Ahora sí, a Santos se le fue el santo al cielo, de momento no supo qué hacer y se dirigió a “Ricci” dejando una instrucción:
– Mañana vienen de “Valores S. A.” a recoger el paquete de la Srita. Sinclair, ellos ya tienen instrucciones del destino, la factura me la envían por favor a esta dirección. Muchas gracias; por favor trate de ser feliz.
– Muy gentil, gracias.
En los primeros días de mayo, Santos recibió un correo electrónico de Lilia Sinclair, quien brevemente le decía:
– Me debes la historia del nombre de tu rancho.
Santos le respondió:
– Cuando nos volvamos a ver, te la cuento.
Las actividades de ambos jóvenes se desarrollaron sin más problemas que los propios del consultorio y los propios del rancho de Santos y la empacadora que proyectaba a poder extender la entrega de toda su producción e iniciar la exportación.
La preparación del aniversario de sus papás, que ya estaba muy cerca; pero a Santos no le preocupaba pues todo lo tenía perfectamente controlado, todo lo hacía en el momento preciso.
Dos semanas antes de la fecha de la celebración, Santos envió dos boletos abiertos de ida y regreso de México a Monterrey, anexando dos invitaciones personalizadas para Lilia y Ruth. Ese mismo día Santos se comunicó con la Srita. Sinclair para ponerse de acuerdo respecto a los documentos enviados, ella sorprendida le preguntó:
– ¿Cómo supiste el nombre de mi tía?
– Tengo mis contactos huerca.
– Muchas gracias Santos.
– Avísame el día que llegarás para ir por ti al aeropuerto.
El jardín de la casa grande tiene aproximadamente 90 x 60 metros, totalmente sembrado de pasto muy bien cuidado; rodeado de jardineras, en las de los costados están sembradas de rosales con flores rojas y blancas y los tres tramos del frente son tres jardineras, ya que hay dos partes que sirven de acceso, están sembrados de tulipanes. En el centro, está un templete, en el que se llevará a cabo la ceremonia. Todo el presbiterio estaba arreglado de tal manera que parecía la puerta del cielo, el reverendo Sinclair, en su español “masticado” andaba con prisa checando que todo estuviera en orden. El banquete se servirá en el salón de convenciones del Hotel Holliday Inn, en el centro cívico de la ciudad.
La celebración se llevó a efecto con la solemnidad requerida, acompañada de una estudiantina de la Universidad de Guanajuato. Había una gran cantidad de vecinos y trabajadores de los ranchos vecinos, fueron invitados proveedores de la empacadora y clientes, personajes del gobierno estatal y municipal, total era una romería.
Santos y su bella amiga, llegan al salón de recepciones del Holliday Inn en una camioneta blanca, el capitán de meseros los conduce a una mesa junto a la mesa de honor que ocuparán sus padres. Él, atento, caballeroso y elegantemente vestido luciendo un esmoquin azúl marino de magnífico corte, desde luego su dama no se quedaba atrás, se veía hermosísima, atrayendo la mirada de muchos caballeros.
– Gracias, eres muy galante.
– Me siento honrado con tu amistad.
Una orquesta de setenta y cuatro maestros violinistas y acompañados por su director y pianista, amenizaban el banquete. En el salón están distribuidas 60 mesas con diez cubiertos cada una, además en el norte del salón quedó una mesa rectangular con diez cubiertos, de momento, solo están sentados los festejados, Don Santos, Doña Agustina, Santos Jr., Lilia y Ruth Sinclair. Los festejados y Ruth, se enfrascaron en una conversación muy amena, momento que Santos y Lilia aprovecharon para retirarse hacia la terraza, Santos no perdió tiempo rompiendo el silencio:
– ¿Te quieres casar conmigo?, (Presentándole la gargantilla que ya conocíamos y al centro un anillo con un diamante solitario magnífico).
– Quisiera no volver a ser grosera, me voy a nombrar custodia de tu tesoro; antes tenemos que hablar sobre el particular. Dame veinticuatro horas, ¿si?
– ¿Tengo esperanzas?
– ¿Regresamos?. (La respuesta fue una hermosa sonrisa y un beso en la mejilla).
– Si, ya tenemos hambre.
– ¿Dónde andan tórtolos?
– Solo somos amigos “Pá”.
– Santos, ¿Qué pasó huerco?
– Nada “Pá”, ahora va en serio.
– ¡Ajúa! (Grita Doña Agustina).
– Espero que no te espanten mis viejos.
– Te prometo que me acostumbraré.
Los dos jóvenes tomaron asiento en una mesa junto a la principal, él, caballerosamente le acerca la silla, con delicadeza, aceptando le dice:
– Eres muy gentil.
– Me siento muy halagado por tu amistad. ¿Deseas tomar algo?
– Un vaso con agua nada más. (Santos solicita al mesero una jarra con agua de limón con chía).
– Ahora sí, el tiempo es nuestro.
– Me debes una narración de tu infancia y el origen del nombre del rancho de tu papá.
– ¡Ay huerca!, creí que se había olvidado.
– Ya ves que no.
– En el norte somos muy mal hablados, solo que son palabras tan comunes entre la gente de rancho, que a nadie le sorprende, recién casados mis papás, uno de los caporales le insistía mucho en que le contara detalles de su luna de miel, estaban en la cabecera comprando herramientas, Don Santos ya le había dicho que se regresara con las cajas; pero no hizo caso. Don Santos se enojó tanto que le gritó:
– ¡Vete a la chingada Remigio!
– El caporal entendió que se fuera al rancho con las compras y desde entonces los trabajadores le empezaron a llamar así. Llegó a tanto que los registros legales y fiscales quedaron con ese nombre.
– ¿La empacadora por qué lleva ese nombre?
– Bueno, los productos se denominan “Vegetales Santos” que es el nombre comercial, el rancho por definición se llama “El Hijo de la de Enfrente”, ese soy yo. No te rías, princesa.
– No, no, no, mis respetos, me río de que cada vez que repites los nombres de los ranchos, se te sonrojan las mejillas, me encantas Santi.
– No me digas Santi, mi nombre es Santos.
– Prometido.
La conversación de los muchachos se tornaba cada vez más personal, floreciendo frases tiernas, las miradas llegaron a ser tan significativas para ambos, de repente, sin esperarlo ni él mismo Santos casi grita:
– ¡Cásate conmigo!, (Reposando la rodilla derecha sobre el piso del restaurante).
– ¿Estás loco? Levántate por favor.
– Vamos a esperar que termine la fiesta de tus padres, luego hablamos sobre esto, ¿Te parece? (Santos aceptó con un movimiento de cabeza).
El desarrollo del banquete se alargó hasta las ocho de la noche, hubo grupos de redova y bandas sinaloenses, el animador no paraba de hacer amenos los momentos entre cada grupo, el cómico El Norteño, las muchachas de carcajada en carcajada, por la finura del doble sentido, no grosero, sobre todo el tiempo de los alimentos amenizados por la orquesta de violines, una celebración inolvidable, solo Lilia y Santos vivían el momento en su propio mundo color de rosa.
Dos días después, Lilia y Ruth, regresaron a México, siguiendo sus labores acostumbradas.
Santos se desplazaba a México para checar las entregas y la facturación y demás asuntos relativos al negocio. También dedicaba un día para visitar a Lilia. Estas actividades se veían interrumpidas por las necesidades propias de los ranchos que ya sabemos cómo se llaman.
Al correr del tiempo Lilia le contó cómo habían llegado a México sus padres. William Sinclar, Coronel del ejército, veterano de la guerra de 1942, acompañado de su esposa Terry Sinclar decidieron vivir en México, aprovechando los privilegios que el gobierno de los EEUU daba a sus veteranos, escogieron Taxco. En sus viajes de vacación, les gustó para vivir, porque tenía una vista maravillosa del valle, parecía una pintura del nacimiento del Niño Dios el 24 de diciembre de cada año. Sitio en donde nació Lilian Sinclair (Lilia) Ella, realizó sus estudios primarios en Cuernavaca y en la Ciudad de México, donde estableció su consultorio, su profesión la estudió en la UCLA. El destino los hizo conocerse en la situación que conocimos.
Los planes de expansión de los Sres. Esparza, se iban concretando rápidamente, ya se planeaba la incursión a Europa, la ruta del plan era: Inglaterra, Francia, España y Alemania, la producción que se presentará serán productos congelados.
Casi un mes antes del aniversario 51 de los señores Esparza, se pactó una reunión en un restaurante de lujo en Taxco llamado “Monte Taxco”, estarían las dos familias, los Esparza y los Sinclair incluyendo la tía Ruth.
El tema principal de la reunión era la petición de mano de Lilia, costumbre no conocida por los gringuitos, más la fijación de la fecha de la boda. Después de un momento de tensión se fijó la fecha para un mes.
– Hijo de… mis entrañas, no es posible.
– Mamá escúchame.
– ¿Tu qué opinas Lilian?
– Papá lo amo.
– Por favor escuchen todos: (Interviene Santos Jr.). No soy ducho para hablar en público; pero a ver qué pasa. Lilia, Ruth y un servidor, tenemos este plan, como estábamos seguros que aceptarían, ya está apartada la misa en la Iglesia Catedral de Santa Prisca, de la recepción se va a encargar Ruth.
– ¿Vas a posponer la promoción en Europa?
– No, mi querido padre, vamos a aprovechar el viaje de bodas y la promoción ya planeada y con citas ya confirmadas para las presentaciones. Después de cada presentación el señor presidente de la corporación, el Sr. Esparza tendrá un video de la entrevista y sus resultados y con ayuda de nuestro poder superior los primeros pedidos.
– ¡Magnífico! (Dijo el Padre de Santos). Esto va a colocar nuestra región a nivel internacional.
– Papá… Mamá… Ahora es su turno.
– Amigos… (habla con cierta calma Don Santos), es un placer solicitarles la mano de su hija Lilian para mi muchacho, sabemos que se aman y han sabido respetarse.
– Señores Esparza… (Habla Mr. Willi). Hemos visto que nuestra hija ama a Santos, nos honra formar parte de una familia mexicana.
Se brindó con gran alegría, abrazos y buenos augurios, se fijó la fecha de la boda para la fiesta de Santa Prisca, faltaban cuarenta y cinco días, de inmediato cada uno se dedicó a preparar la ceremonia.
Desde varios días antes se vieron llegar autos y una que otra camioneta del estado de Nuevo León, también de Texas. El templo de Santa Prisca lucía maravilloso, pletórico de flores, la feria de la plata en su apogeo. El sol en el cenit, la iglesia totalmente llena hasta el Presbiterio, el atrio, las calles aledañas, el jardín frente a la iglesia, era una romería, era un júbilo multitudinario prácticamente en todo el pueblo.
La celebración se inició con el acompañamiento de padrinos, familiares del pretenso, de la pretendida y el padre de ella para hacer la entrega simbólica. El desarrollo del acto se llevó a cabo, en el momento en que el Padre Sinclar les dijo:
– … en el nombre de Dios y la sociedad los declaro marido y mujer, los bendigo en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
En ese momento estalló un aplauso estruendoso, frases como “Vivan los novios”, los grupos musicales convirtieron la plaza y las calles en una fiesta casi casi patronal.
Los invitados especiales, los novios y familiares se encaminaron hacia el restaurante “Monte Taxco”, el convivio se llevó a cabo con gran alegría y tranquilidad. Al final los novios se despiden y se presentan en el helipuerto del hotel y abordan el helicóptero propiedad de los Sinclair. Van directo al aeropuerto de la Ciudad de México, de donde partirán rumbo a Europa a cumplir con el plan elaborado y el paseo de “Luna de Miel”. Felicidades tórtolos.
Jorge Enrique Rodríguez.
14 de marzo de 2014.