Hacia el año 1830, vivía una pareja de ancianos Pierre y Luccía Prestoletti. Se decía que su fortuna se debía al dinero acumulado de los negocios del padre, que nunca se supo a ciencia cierta, que clase de negocios habían sido. Las malas lenguas contaban que el padre se dedicaba a negociar con las apuestas en los casinos.
Desde la creación de los casinos, que incluían toda clase de juegos de azahar, en el año 1584, cuando se inauguró el casino de Monte Carlo, han sido controlados por los miembros del grupo Prestoletti, razón por la que se suponía que existía una gran cantidad de dinero y joyas, era muy conocido que la vida de los ancestros de Pierre Prestoletti, habían sido dilapidadores de la fortuna generada por la inocencia de los ricos venidos a menos que querían aumentar sus haberes.
Su habitación estaba situada en lo más alto de la chalet y está sobre un saliente del terreno que da al mar, por lo tanto, la vista era muy amplia y agradable, el panorama maravilloso; pero él, no se alcazaba a ver desde la playa ni de otro lugar de la casona, era un hombre muy solitario. La Señora Luccía, una mujer que a pesar de la edad, se mantenía erguida, ágil y con una permanente sonrisa en sus labios, a pesar de no contar con servidumbre suficiente, vestía de colores serios; pero no severos, siempre elegante, se desvivía por atender a su esposo el Sr. Prestoletti que se dedicaba a escribir historias.
Para penetrar a la recámara del Señor Pierre, tenían que ascender veinticinco escalones, dar cinco pasos a la izquierda, llamar a la puerta, esperar que el habitante autorice el paso. Junto a esta puerta está la entrada que da a la azotea, que más bien parece un vergel.
La historia que corre por la villa, es que el abuelo Aldo Prestoletti tenía negocios “non santos”, lo cual hizo que acumulara una enorme fortuna que nunca le dio uso adecuado, es decir no lo dio en custodia a alguna institución bancaria y nunca supo cuánto tenía; cuando él murio, fue un caos, hubo una rapiña espantosa, Anna y su amante se dieron a la tarea de sacar cuanto pudieron, gastaron el dinero en viajes y francachelas con los amigos de ocasión en los viajes.
Pierre tenía unos diez años y estaba en un colegio en Inglaterra, sus padres, tomaron su parte y abandonaron todo, hasta al niño en la escuela.
Los padres de Pierre, prácticamente lo abandonaron; pero no a la buena de Dios, dejaron pagados sus estudios hasta la terminación de una profesión, seleccionando la carrera de Administración de Negocios.
El tiempo siguió su inexorable marcha, el joven Pierre Prestoletti, era ya un adulto joven se había pasado casi diez años en los terrenos de la universidad, tan solo las salidas por estudios de campo que planeaban los profesores, era un joven ávido de vida, era como un potrillo recién separado del vientre que lo custodió en su vida prenatal. Como primer paso, fue ocupar la plaza de asistente del ministro de finanzas de su municipalidad, puesto que desempeñó con seriedad y honradez, aunque algunos movimientos no le parecían correctos por parte de su jefe inmediato, recibía pagos en joyas y dinero efectivo, los cuales no se anotaban en registro alguno, y mucho menos se daba aviso al gobierno central; en esas condiciones se manejaban las finanzas en las provincias aledañas. Así pasaron cinco años, Pierre conoció a una joven que llegó de visita a la villa a entregar el tributo correspondiente a ese año; se encontraron cuando la joven Luccía Lombardi, de dieciocho años de edad, ojos intensamente azules, cabellera rubia que competiría con la brillantez del sol, dientes como perlas vírgenes; estaba entregando una buena cantidad de dinero para pagar el impuesto correspondiente; ambos se quedaron como petrificados, queriendo decirse lo que sentían; pero los usos y costumbres de la provincia no se los permitirían. Se efectuó el pago, lógicamente sin comprobante alguno de por medio.
Como Pierre vivía solo, según lo recordamos, se hizo acompañar por su jefe Rómulo Ricci y el cura de la villa. Pierre se encontró con el problema de que en esa casa, efectivamente vivía una familia Lombardi, pero eran los tíos de Luccía, enterados los padres de familia de la joven, el tío dijo:
– Si la muchacha acepta, en tres meses que venga mi hermano, se hará oficial el compromiso, se llevará a efecto en un mes más, según nuestras costumbres.
– Si hay alguna duda sobre la solvencia económica de Pierre, pueden estar seguros, que es mi heredero único. (Pierre sorprendido, se le queda viendo a Lucca, como diciendo, ¿Qué?).
– Si Pierre, de corazón lo hago y sé que le darás buen uso. (Dijo Lucca, respondiendo la mirada del muchacho, quien no acertó a pronunciar siquiera una palabra de agradecimiento).
Justos los noventa días, Lucca D’Ángelo extendió una invitación muy formal para la cena de compromiso de su hija Luccía, se pedía desde luego la presencia del pretenso, Pierre Prestoletti.
Con todas las características de la antigua aristocracia italiana se llevó a efecto el evento familiar. Se acordó que se casarían en 30 días en la Capilla de María Auxiliadora, que sería oficiada por el Padre Oswaldo Lombardi, tío de la futura señora Prestoletti.
Se llevó a efecto el enlace, como se dijo, a la antigua usanza de la aristocracia italiana, el baile de gala y la presentación de ambas familias.
La nueva familia Prestoletti Lombardi se instalaron en el castillo que el viejo Prestoletti había dejado de legado a los ambiciosos descendientes, cuyo comportamiento ya conocemos.
Por las relaciones políticas de los Lombardi, Pierre llega a ser Alcalde de Villanova, los dos primeros años de su gestión, fue muy diligente y apegado a las normas de honradez que le caracterizaban. Toda bondad siempre tiene un final, a veces fatal.
Cuando el gobierno central revisó las tablas de impuestos sobre la tenencia de tierras y propiedades, pasaron el oficio correspondiente a Villanova, el munícipe Prestoletti se vio en la obligación de notificar a todos los terratenientes de las modificaciones. El propietario de una gran extensión de terrenos, fue el primero en inconformarse y además estaba acostumbrado con los burócratas anteriores, a que le cumplían sus caprichos; pero eso tenía un precio. Prestoletti no aceptó arreglo alguno, la discusión duro más de tres horas, ya que el Señor Sixtino Rossi, quien estaba pegando de gritos, amenazas e insultos denigrantes, el munícipe lo conmina:
– Abandone esta oficina el Señor Rossi en éste momento.
– ¿Qué? A mi, Sixtino Rossi nadie me ha corrido de ningún lugar. (Sacó de sus ropas una pistola de colección, con la cacha incrustada con piedras preciosas y le disparó, alojando el proyectil en la región sacro-lumbar, por el frente).
Al oír la detonación, dos empleados entran a la oficina y ven la acción de Rossi, quien todavía con el arma en la mano, les grita:
– Dejen el paso libre, bastardos buenos para nada.
De inmediato se escucha que la carroza del agresor parte velozmente perdiéndose en la distancia.
Los empleados del municipio de inmediato se apresuran para auxiliar al Sr. Pierre, que fue conducido en su propia carroza al dispensario de Villanova.
Llamaron a la joven Señora Prestoletti para ponerla al tanto del hecho y del diagnóstico, el médico le dijo a la inconsolable damita:
– Sra. Prestoletti, la herida en apariencia no es muy aparatosa; pero lo malo es que el proyectil dañó varios órganos internos por la posición en que estaba su esposo, le perforó la vejiga, la bolsa escrotal, los conductos seminales, un fragmento del intestino delgado y se alojó en las dos últimas vertebras, quedando sin acción sus piernas y algo más señora, quedará incapacitado para procrear.
Pierre Prestoletti, estuvo tres meses en un sanatorio de la ciudad de Roma, en vista de que en Villanova, no existían especialistas que lo atendieran. En su estancia, recibió la visita de un notario público de esa ciudad, quien pidió al enfermo que su esposa estuviera presente, el asunto le intrigó; se presentó Luccía y el notario inicia la lectura de un documento, que tenía en custodia:
– Lectura del Testamento de Tommaso Agnelli, nombre legalmente cambiado por el de Lucca Prestoletti, las verdaderas razones del cambio fueron depositadas en la tumba del ahora Tommaso Agnelli.
“Dejo mi fortuna que no es nada despreciable, a mi querido sobrino Pierre Prestoletti y a su esposa, que no llegaré a conocer, debido a la enfermedad que me aqueja, no creo que viva un mes según mis médicos.
Solo hay una condición, que cuando te cases te vayas a vivir al castillo familiar, que algún día abandonaste. En virtud de que no podía tener cuentas en los bancos, tuve que mantener el dinero en casa, incluyendo algunas joyas. Junto con el original del testamento, el señor notario te entregará una cadena conteniendo cuatro llaves, la que tiene una limadura en la cabeza, es de la puerta simulada atrás de la fotografía del Primer Prestoletti, quien empezó a crear la fortuna. La llave de dos muescas, es del arcón que está al centro de la habitación y ahí está todo el papel moneda del que puedes disponer a tus necesidades y gustos. La llave que tiene tres muescas, corresponde al arcón que está al fondo de la habitación, ahí están muchísimas liras de oro, se pueden vender; pero te aconsejo que sea poco a poco. La última, es la que contiene joyas, que me pagaban los ricos venidos a menos, pero todas tienen documentos de compra, si puedes, véndelas, si no, te aconsejo que las devuelvas, haciendo una identificación, ¿Cómo? No sé ingéniate. La llave de la habitación te la entregará el notario en propia mano.
Este trabajito, debes hacerlo en la habitación que está junto a la puerta de la azotea, creo que ya lo convirtieron en un vergel, a la izquierda está la puerta. Cuidado con la ambición.
No te preocupes por los honorarios del notario, ya fueron generosamente pagados.”
Tu Tío Tommaso.
Cuando el Sr. Pierre Prestoletti, fue dado de alta en el nosocomio, se fueron a vivir al Castillo Prestoletti, situado enfrente de la Isla de Sicilia, distaba unos dos mil metros, fue muy problemático subir al Señor Pierre, no estaba en condiciones físicas de subir veinticinco escalones sin barandal de sostén. Se mandó contruir un malacate para su silla de ruedas y él sobre ella, así fue como se logró elevarlo hasta la habitación. El gran problema fue para la Sra. Luccía, había que subirle sus alimentos y de atender todas sus necesidades físicas, hasta que consiguió; una cocinera, una recamarera, una enfermera de planta y un servidor varón para cuidar la puerta de entrada y el jadín, que estaba en muy malas condiciones.
Esta situación se prolongó por muchos años, a pesar de la servidumbre, la Sra. Luccía envejeció subiendo y bajando los alimentos de Don Pierre, en la azotea se instalon utensilios necesarios para el lavado de la ropa de los señores. El señor se dedicó a escribir cuentos de todo tipo que enviaba a una editorial de Florencia, tampoco supimos si recibía alguna remuneración por ellos. Era un matrimonio muy rico, tranquilo; pero ¿felices?, lo dudo.

Jorge Enrique Rodríguez.

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