Una tibia noche de los primeros días del verano, con el firmamento pletórico de estrellas en las que sobresalía una luna llena, preciosa irradiaba una luz esplendorosa, solamente iluminando las siluetas de las nubes, que aún eran blancas, anunciando una magnífica cosecha de cuya producción de hortalizas en los campos de cultivo de la región. Una pareja de ancianos, sentados a unos metros de la entrada de su casa tipo rural; pero muy bien acondicionada. Ella, a pesar de la edad que lucía, se veía hermosa, sus movimientos y voz muy ágil y su caminar, aunque lento, se ve su cuerpo erguido y fuerte, como toda la gente de campo. El anciano aunque se notaba su caminar lento y sostenido por un bordón hecho de una rama de roble artísticamente decorado por el mismo, se veía alegre y fuerte, en su cuerpo por el rudo trabajo del campo, actualmente solo se dedican a vigilar sus siembras, ya tienen gente que les trabaja, el hijo menor es quien administra el rancho, encargándose de la gente que labora con ellos en el Rancho “La Estrella”. El Ing. Pedro Perico como le llaman cariñosamente los trabajadores, es hijo de Mili y Rutilo.
Los ancianos se levantan de la banca en donde descansan y se dirigen a la salida del frente de su casa, van rumbo al lago “Bella Aurora”, ella tomó a su esposo del brazo, él, puso su bordón al hombro como fusil, se desarrolla su conversación de la siguiente forma:
– Ruti, ¿Te acuerdas de la primera vez que caminamos por este sendero?
– Como no me voy a acordar, si fue cuando te pedí que te casaras conmigo.
– Hace tantos años, y sigo siendo tan feliz.
– ¿Tu nada más? ¿Yo no cuento?
– Claro que tú también me has demostrado que eres muy feliz.
– Recuerdo muy bien lo que…
– Si claro, lo que nos prometimos, que nos amaríamos toda la vida, en las buenas y las malas.
– Vaya que hemos tenido malas, ¿Te acuerdas cuando perdimos la cosecha, recién nacido Jacinto?
– Recuerda la vez que me levantaron el falso de que la hija de la Chole, (la hija del abarrotero); tu dejaste de hablarme. Lo bueno fue que cuando murió te mandó llamar y te dijo que no era cierto, que lo había dicho por celos, decía que le habías quitado al novio.
– Pobrecita, estaba loca.
Parecía una plática de adolescentes enamorados, tiernos. Recordando el día en que se resbalaron en el puente colgante que llevaba al otro lado del pueblo, cayendo ambos al agua, queriendo ayudar a levantarse y sacarla del rio, él, sin propósito alguno, la levanta en sus brazos tocando sus partes íntimas, ella, con asombro solo dijo:
– ¡No por favor! (Sus lágrimas se confundieron con el agua que escurría de su cabello).
– Mili, perdóname. (No pudo decir nada más, llevándola en brazos a la orilla).
Este incidente marcó el fuerte compromiso para que el amor que traían ambos en el corazón se convirtiera en un sentimiento inquebrantable.
Los pueblerinos que vieron el incidente se apresuraron a prestarles ayuda, las señoras envolvieron a Mili en una cobija seca y la llevaron a la casucha de una vecina, otra corrió a la casa de la niña para avisarle a su mamá que le llevara ropa seca, a Rutilo lo acompañaron a su casa igualmente para ponerse ropa adecuada.
Vino al recuerdo el día que un aviso fúnebre sacudiera la vida de ambos, un día, hace ya muchísimos años, al regreso de uno de sus acostumbrados paseos, encontrando a Lucha, la mamá de Rutilo bañada en lágrimas, con unos papeles en la mano, que le había traído Don Jaimito, el cartero del ahora municipio “La Estrella”, el pobre se apresuró a decir, al tiempo que se retiraba tan rápido como se lo permitiera su marcada cojera:
– ¡No, no, no le hice nada solo le entregue un paquete de tu abuelo!
Mili se apresuró a prepararle una infusión de yerbas para calmar a la señora Lucha, mientras Ruti la consolaba con un tierno abrazo y palabras de aliento. Doña Lucha trataba de hablar; pero Rutilo no la dejaba, solo repetía:
– Cálmese mamá, cálmese, después me dice lo que quiera.
– Tómese esto Doña Lucha. (Mili se acercó solícita llevando un jarro con una infusión endulzada con piloncillo).
– Si mamá tómelo, ande usted, Mili se lo preparó con mucho cariño.
– Muchas gracias, mi niña. ¿Tú quieres mucho a mi niño verdad?
Milagros no contestó, se limitó a sonreír, se le enrojecieron las mejillas y mordisqueaba la punta de su reboso de Santa María, tejido con seda color azul cielo, que hace juego con sus hermosos ojos color del firmamento.
Con la inquietud de Doña Lucha y su constante gimoteo, pasó el tiempo y la hora de cenar se estaba posponiendo. En ese momento llegó Doña Paula, mamá de Mili, iba en busca de su hija, ya que era muy tarde; la invitaron a cenar, se sentaron todos a la rústica mesa cubierta con un vistoso mantel bordado a punto de cruz y vistosos ramilletes de pequeñas flores de variados colores y la primera que habló fue Doña Lucha, dirigiéndose a Rutilo; pero en ese momento llegó Don José, el Padre Pepe, cariñosamente así lo llaman en su parroquia, al entrar exclama:
– Vaya, vaya, los encontraron al fin. ¿Dónde se metieron escuincles?
– ¿Qué le pasa Padre Pepe? ¿De qué está hablando?
– Que estos muchachos los vieron que se escondían en la cueva del río, ya saben a qué se llevan a las muchachas cuando se las roban, solo Dios sabe para qué.
– ¿Quién le dijo semejante tarugada Padre? ¡Ah! No me diga, ya sé quién fue, ¿Clotilde, no? Mejor pregúntele a ella, ¿Qué hacía ella ahí? Justo dónde estaba el caballo de Poncho. Pregúntele Padre, pregúntele.
– ¿Qué insinúas?
– Nada Padre lo mismo que ella, solo que yo si le digo lo cierto; pero siéntese, vamos a cenar, porque se va a volver a enfriar la cena.
– Padre Pepe, que bueno que vino, usted fue testigo de lo que voy a contar. Cuando llegó usted a La Estrella, recién ordenado, yo estaba muy pequeña, llegaron unos agentes del gobierno de los “yunaites”, buscando a mi abuelo Anselmo, “quesque” por narcotraficante, y sin más, se lo llevaron. Mis papás, después de ver con el gobernador, les financiaron un viaje al otro lado para averiguar algo de lo que había pasado, nunca volvieron, usted me recogió y me llevó al asilo de Las Madres Piadosas, y ahí me crie.
– Fue en donde estuve hasta los quince años, me enseñaron muchas cosas, estudié hasta secundaria, fue cuando mi difunto Rutilo me pidió a las madres para matrimonio, acuérdese Padre Pepe que usted me casó. (En este momento Doña Lucha, se secó las lágrimas y limpió su nariz) Prosiguiendo como sigue:
– La Embajada Americana me envía dos certificados de defunción, uno de Don Anselmo, y otro de mi Rutilo, ustedes saben que se fue a los Estados Unidos a trabajar. Con estos papeles me mandaron un documento donde dicen que Don Anselmo, no tuvo nada ver con los narcos y lo exoneran de toda acusación. ¿Padre Pepe, qué es exoneran?
– Que lo perdonan Lucha porque es inocente.
– También mandan el testamento de Don Anselmo, y deja como único heredero a Rutilo chico. Mandan también un papel de un banco de la Ciudad de México, con una cuenta a nombre de Ruti, otra cosa más, la liberación de las cuentas de banco del estado y la garantía de devolución de las veinticinco hectáreas de los terrenos confiscados. ¡Hay Padre Pepe, cuántas palabrotas! Luego me explica.
Cuando se dejó muy claro el asunto del “plagio” de Mili, pasó el comadreo a otro asunto, el paquete que recibió Doña Lucha. Pasado también el lloriqueo y limpiadero de ojos y narices, siguieron en la agradable tarea degustando los antojitos que estaban ya preparados.
Al día siguiente, se trasladaron a la cabecera municipal, se presentaron ante la Lic. Teresa Ontiveros Tovar, Directora de Servicios Sociales, los acompañaba el Padre José. Se le planteó la situación, mostrándole los documentos recibidos, de inmediato la Lic. Tovar procedió a iniciar los trámites necesarios para que tomaran posesión de los terrenos y que Rutilo hijo, a la mayoría de edad, pudiera tomar posesión de todos los bienes heredados.
Dos años pasaron muy lentamente para los jóvenes enamorados, mientras se buscaron campesinos que trabajaran en el nuevo Rancho La Estrella, el cual poco a poco avanzaba en presencia, se le veía cada vez más aspecto de un futuro promisorio para sus actuales dueños, también se estaban construyendo dos casas, una para Doña Lucha y otra para los futuros esposos, justo cuando Milagros Rentería y Rutilo Cuautle cumplían dieciocho y diecinueve años respectivamente, contrajeron nupcias.
A pesar de ser adultos jóvenes inexpertos, ambos se entregaron en cuerpo y alma a lograr que el rancho renaciera, así que se asesoraron en las oficinas estatales de agricultura, poco a poco el triunfo iba apareciendo, Doña Lucha ayudaba mucho también, se encargaba de llevar los almuerzos a los labriegos, como los muchachos, actuales dueños eran muy gentiles con sus trabajadores, eran muy apreciados por ellos y sus familias, el tiempo se encargó de llevar a buen término los esfuerzos, la naturaleza empezaba a mostrar los primeros brotes de prosperidad de los trabajos realizados, también Mili, feliz mostraba ya en su cuerpo el crecimiento de una nueva vida, todo iba sobre ruedas en “La Estrella”.
Faltaban más o menos dos semanas para que Mili diera a luz su primer vástago, cuando se empezó a sentir un cambio en el ambiente, el viento aumentaba su velocidad y la temperatura bajó sensiblemente empezó a caer una lluvia muy fría, acompañada de granizo, el fenómeno aumentaba en intensidad, Mili se alarmó, dejó en el camino la canasta del almuerzo para Ruti, ella corrió a refugiarse en la casa, en el piso húmedo y pedregoso, desgraciadamente tropieza y cae, golpeándose en el vientre y en la frente. No pasaron diez minutos cuando pasó corriendo Rutilo hijo, llevándose un gran susto al ver a Mili tendida en el suelo, tomó a su esposa en sus fuertes brazos y bajo la lluvia y el granizo, la llevó a la casa, le había cubierto la cara con su sombrero, ya que tenía varios golpes recibidos por la granizada. Doña Lucha se apresuró para auxiliar a la joven, de inmediato ordenó que pusieran a calentar agua y trajeran algunas sábanas limpias, Ruti quería ayudar; pero su mamá lo mandó a un rincón, porque el alumbramiento se adelantó, teniendo que actuar de inmediato. Milagros despertó, ya le habían limpiado la cara y curado los golpes, afortunadamente no fueron lastimados sus lindos ojos, en ese momento se estaba realizando el milagro de una nueva vida, la nueva mamá no se quejaba, solo lloraba y bendecía al Supremo Creador, rogando que naciera sano y salvo el fruto de gran amor.
Pasaron dos semanas del temporal, sin tregua alguna, cuando no llovía fuertemente, caía una granizada, la cual se repitió tres días; el viento muy fuerte se llevó gran parte de los árboles frutales que habían sido sembrados por Don Anselmo, que en paz descanse, La Estrella, había sido arrasada. Milagros dio a luz un varoncito a quien le llamaron Jacinto, como buena campesina ya andaba de pie ayudando a su suegra en las labores de la casa que no fueran muy pesadas, todavía sentía molestias del parto. La revisó el doctor del pueblo, advirtiéndole que tenía que cuidar mucho al bebé, ya que se golpeó en la cabecita cuando ella cayó el día que empezó el temporal. Rutilo y sus trabajadores ya habían iniciado la limpieza de los terrenos, porque no quedó nada, nada útil, sin embargo no desecharon los vegetales y frutas maltratadas, las usaron como composta para reiniciar las nuevas cosechas, porque Ruti tenía la inquietud de llegar a cosechar frutas y vegetales orgánicas, su idea era la exportación.
Una vez que los trabajos de limpieza y la nueva siembra se terminaron, los jóvenes reanudaron sus paseos cotidianos hacia su remanso en el rio, que ya lucía tranquilo y cantarino como siempre antes del temporal.
Los jóvenes esposos, confiados que la buena de Doña Lucha cuidaban del pequeño Jacinto, paseaba, como antes, esta vez el diálogo se desarrolla así:
– Te has fijado Ruti que el niño tiene algo, a veces está muy calmado y otras veces hace una de caprichos y corretizas, se esconde de tu mamá haciéndola enojar, otras veces ya ves cómo está en la noche no nos deja dormir por sus gritos.
– Sí, he observado todo eso y al rato voy o si me acompañas al pueblo para hablar con el Dr. Sánchez Ávalos a ver si quiere verlo, así saber que nos aconseja, ya son dos años.
– Por favor, y sirve que también lo consulto, porque creo que estoy de encargo.
– ¿Qué dices Mili?, ¿Es cierto?
– Tengo los mareos y las ganas de “devolver”.
– Bendito sea Dios, gracias Mili, gracias, muchas gracias. (Se la comía a besos y abrazos, pareció que enloquecía).
Una vez que llegaron al hospital, el Dr. Sánchez Ávalos los recibió, con mucho gusto:
– Qué bueno que vienen muchachos, ya tengo los análisis de su niñito, siéntense tenemos que hablar.
– Nos asusta doctorcito. (Dice Mili).
– Haber, ¿Qué es lo que tiene Jacinto?
– Voy a hablarles claro, con lenguaje sencillo para que me entiendan.
– No somos tan brutos; pero está bien, dígalo como usted crea necesario.
– Cuando Mili se cayó, el feto ya estaba en posición de nacer, se iba a adelantar el parto, solo que el bebé sufrió un golpe en la cabecita y se afectó su cerebro con el golpe. Bueno, es probable que el niño según los síntomas, sufría de un daño llamado bipolaridad.
– ¿Qué es eso? (Preguntó Mili empezando a llorar).
– ¿Es grave?
– Depende de ustedes Rutilo.
La conversación del Dr. Sánchez Ávalos y los señores Cuautle es sobre la salud del niño Jacinto, no es suficiente el amor de los padres, sino la atención médica especializada, por lo tanto les sugirió a ambos que vieran la posibilidad de enviarlo a una institución adecuada, porque en el estado no existía esa especialidad. Milagros y Rutilo hablaron sobre el problema que se les presentaba, llegando al acuerdo que Mili iría a Florida al Hospital Monte Sinaí, con el Director de Neurocirugía, quien era, en ese momento el mejor especialista capacitado en los EE.UU. La familia Cuautle, incluida Doña Lucha, se pusieron de acuerdo, saliendo Mili al siguiente día con rumbo a los Estados Unidos, en Florida.
El primer día en el sanatorio, el bebé fue atendido por varios especialistas, fueron múltiples análisis, de sangre inclusive de médula espinal, resonancias magnéticas, etc. etc. Mili también fue objeto de algunos análisis, a los dos les hicieron estudios de ADN.
La Sra. Cuautle se comunicó con su esposo dándole una información detallada del día anterior, también le avisó que los resultados y el diagnóstico se los darían hasta dos días después, avisándole que se quedaría hasta entonces, que estaría en contacto dándoles detalles.
Mientras en el Rancho La Estrella seguían las labores de todos los trabajadores, cumpliendo cada uno con su trabajo, Rutilo era el que más movido andaba, a veces con los recolectores, otras con los de empaque y embarque, total que trataba de ahogar la angustia que le invadía el corazón. La Sra. Lucha se seguía encargada de la alimentación de los peones y personal de oficina.
Pasadas cuarenta y ocho horas, el Dr. Bellini, preguntó a la enfermera que si estaba la Sra. Cuautle, la hiciera pasar o la localizara de inmediato.
– Sra. Cuautle, Sra. Cuautle… por favor presentarse en la oficina del Dr. Bellini, con urgencia. (Se escuchó por el altavoz interior).
No habían terminado de pasar el aviso cuando Mili estaba tocando en la puerta del Dr. Bellini, quien la invita a pasar.
– Come in, pase por favor. (Con un español mal pronunciado).
– Gracias doctor; pero dígame ¿Cómo está mi niño?
– Cálmese señora, cálmese, la noticia no es halagadora, por favor siéntese.
– Por favor, por favor, ¿Qué pasa?
– He estudiado los antecedentes de usted y su bebé, viendo poco antes de nacer, usted sufrió una caída, quedando boca abajo, el feto entonces, recibió el peso de su cuerpo y fue, ¿Cómo le dicen los mexicanos? Ah sí, se aplastó una porción de su masa encefálica, y ha crecido muy rápidamente.
– Cómo doctor, ¿Un tumor?
– No Sra. Cuautle, déjeme le explico, ustedes tienen cultivos frutales, y se ha fijado cuando la fruta se golpea, se ve el golpe, si se deja, con el tiempo empieza a cambiar de color y la superficie dañada se va haciendo más grande hasta que…
– Hasta que la echamos a la composta y aparentemente muere, ¿No es así doctor?
– Si señora, así es.
– ¿Qué va a pasar con mi niño?
– Tiene más o menos 30% de su cerebro dañado, y ya no es operable.
Milagros al recibir la noticia sufrió un desmayo cayendo sentada en el silloncito donde estaba, de inmediato fue atendida, permaneciendo en el nosocomio dos días más, mientras el departamento legal le tramitaba los gastos varios y su regreso a México. El día siguiente, ya repuesta por completo del efecto del calmante, habló con su esposo, con calma; pero con suspiros muy profundos, al terminar de hablar y de avisarle que saldría el día siguiente, ambos lloraron, (Rutilo no se pudo aguantar).
El vuelo procedente de Miami, había llegado muy puntual, igualmente Rutilo llegó para recoger a Mili y al bebé, siendo un encuentro tan tierno y cariñoso, que llamó la atención de algunos pasajeros que les prodigaron un tímido aplauso, apenas perceptible por la cantidad de gente que transita en las salas del aeropuerto. Abandonaron el recinto en su camioneta, toma Rutilo la autopista a Puebla para tomar la salida a Cacaxtla y de ahí a La Estrella, en donde recibieron a Mili hasta con el Padre Pepe, el coro de niños de la Parroquia, hasta cuetes echaron, el pueblo quiere mucho a la familia Cuautle, han ayudado a mucha gente.
Llegado el término del embarazo, Mili dio a luz un robusto varoncito, fijando la fecha del bautizo para la fiesta de San Pedro y San Pablo, el día 29 de junio que caía en domingo.
Desde el sábado ya estaban instalados puestos de garnachas, de elotes, pan de pueblo, con sus hornos ambulantes, tiro al blanco, etc., etc. En la Casa Grande todo era algarabía, mañana van a bautizar al bebé. El pequeño Jacinto amaneció llorando mucho, tuvieron que llamar al doctor de la cabecera municipal, éste dijo no ser capaz de salvar al bebé, ya que presenta un cuadro de insuficiencia respiratoria y en el municipio no hay el equipo necesario. Por obvias razones el bautizo se pospuso, la fiesta seguía su curso ya que era una festividad popular. Los invitados de los Cuautle, comprenden el dolor de ellos quedándose a la celebración de la Santa Misa, y rogar a Dios que bendijera en ese momento al bebé. Mili se sintió mal, pero nada serio, se retiraron hacia La Estrella.
Muy temprano al día siguiente llegó el Padre Pepe preparándose para el acontecimiento, y dos personajes muy conocidos en el municipio; pero con la salvedad que sería solo en familia y con todo el personal que les trabajan; habla el padre:
– Acérquense por favor, Sr, Raymundo y Srita. Ontiveros, aquí los dos padrinos y acá los papás. Así procedió la ceremonia, con todo respeto, las oraciones del padre y en el momento que le vierten el agua bendita en la cabecita, el niño tiene un esténtor y deja de respirar falleciendo al momento. Mili no derrama una sola lágrima, perdiendo el sentido, cae desvanecida.
Todos quedaron en silencio, Rutilo atendía a Mili llevándola a su recámara, de inmediato mandó llamar al doctor, el Padre Pepe elevaba sus oraciones por el bebé, una de las sirvientas vistió al niño con ropa nueva y lo acostó en su camita, poco a poco los trabajadores se fueron retirando a sus labores cotidianas. En veinte minutos llegó el médico, auscultó a Mili, se le notó el rostro muy serio, moviendo la cabeza, le dice a Ruti:
– ¿Dónde está el niño?
– En su recámara, me acompaña por favor. ¿Doctor qué tiene Mili?
– El haber retenido el llanto puede hacer que acelere el nacimiento, ya que solo faltan unos días, llévala al sanatorio mañana para hacerle algunos análisis y veremos si podemos esperar o la operamos.
– ¿Qué le pasó a mi Jacinto?
– Mira compadre, el niño ya estaba sentenciado por el tumor en su cerebrito, llegando el momento de que le obstruyó sus funciones respiratorias, no hay nada que hacer. (En este momento despierta Mili).
– Ruti ¿Aquí estas? (Sin verter algunas lágrimas).
– Si mi amor, estoy contigo, descansa.
– Mi angelito ya se fue ¿Verdad? Gracias a Dios dejó de sufrir.
– Si mi vida, así es.
Momentos antes de que el sol termine su misión de iluminar la tierra, la familia Cuautle se dirige en pequeño cortejo acompañados de sus trabajadores, se dirigían al fondo del rancho en donde habían destinado una porción de terreno para cementerio familiar. Con la bendición del Padre Pepe se dio por terminada la ceremonia luctuosa.
Pasados unos días, aún en las fiestas patronales, Mili se sintió con los avisos normales de su cuerpo que el bebé llegaría de un momento a otro, mandó llamar a Ruti y que llamaran al médico. Ese mismo día, felizmente Mili dio a luz un hermoso varoncito a quien nombraron Pedro, en memoria de las fiestas patronales, celebrarían el bautizo el siguiente sábado en la casa grande del Rancho La Estrella. El matrimonio Cuautle estaba viviendo una alegría resignada porque la herida causada por la muerte de Jacinto estaba muy cercana.
Todo indicaba que la felicidad y la prosperidad se consolidaban en la familia, la cosecha de legumbres de esa temporada dio magníficos resultados. Las pruebas que venía realizando Rutilo con la producción orgánica van de lo mejor y ya se está preparando un sector del rancho para iniciar en serio.
VEINTE AÑOS DESPUES
El Rancho La Estrella ya es conocido en La Unión Americana y en Europa, hacia donde se está exportando vegetales orgánicos de excelente calidad, con la iniciativa de Rutilo de su hijo Pedro, que regresó de Estados Unidos convertido en un magnífico Ingeniero Agropecuario, especializado en semillas orgánicas.
Padre e hijo analizaban el viejo proyecto de una empacadora para exportar sus orgánicos a Japón y tal vez a China. Pedro para obtener su graduación presentó una tesis denominada “Empaque y Exportación de Vegetales Orgánicos”, misma que estaba siendo objeto del análisis junto con el Ing. Agropecuario George Thomson, maestro de Pedro. Una vez trazado el plan completo, procedieron al inicio de todo lo necesario para la construcción que mencionamos.
En el rancho de la familia Cuautle, se desató una actividad inusitada, Rutilo y Perico, como le dicen de cariño los trabajadores al Ing. Pedro, absortos en el cuidado de siembra y recolección de los frutos de sus tierras, Perico auxiliando al Ing. Thomson, quienes tenían una cantidad de ayudantes para darle celeridad a la construcción, como tampoco hubo retraso por falta de medios económicos, la instalación de la maquinaria y las pruebas de la misma. Estuvo lista en tan solo seis meses. Los ingenieros Cuautle y Thompson, fueron muy escrupulosos al echar a funcionar la planta empacadora.
La producción de la planta por lógica resultó ser mucho más amplia que la recolección en La Estrella; para lo cual los Cuautle y el ingeniero Thompson planearon expandir los servicios de la empacadora a los agricultores vecinos, quienes estuvieron de acuerdo y se estableció una empresa para ese objetivo. La empresa empezó a funcionar con la cosecha de los Cuautle y le siguieron otros rancheros y pronto este negocio abarcó varios estados vecinos. La empacadora en poco tiempo empezó a laborar con los productos del Rancho La Estrella, y la marca por lógica se denominaron “Productos Estrella”, el negocio funcionaría comprando las cosechas y empacando con el nombre del Rancho La Estrella.
Antes de un año estaba el Ing. Pedro Cuautle, instituido como Director General de la “Empacadora Estrella”, S. A. de C. V., debido a que su crecimiento resultó inusitado. Perico invitó a varios compañeros de la Universidad a colaborar con ellos, constituyó un excelente equipo tanto en finanzas agrícolas como en administración financiera y fiscal. Don Rutilo ya solo se dedicaba a vigilar todas las operaciones de las siembras, recolección y todo lo concerniente a las operaciones del campo. Mili hizo un curso de contabilidad apropiada a la línea que operaban, siendo la encargada de todo lo relativo a pagos, nómina, compras, proveedores, etc. etc. Doña Lucha tenía a su servicio a cuatro jovencitas que le ayudan a todas las labores en general de toda la casa; ella lleva a cuestas la carga de los años, desgraciadamente cayó enferma y a poco tiempo falleció, fue la segunda habitante del panteón familiar.
El tiempo por ninguna causa detiene su trayecto, Mili y Rutilo en uno de sus habituales paseos hacia el lago, comentaban lo siguiente:
– Mili… a que no adivinas…
– Que ya apartaste la misa para el aniversario. Si ya lo supe.
– ¡Ah Caray! ¿Cómo supiste?
– Me lo dijo el Padre Pepe.
– Que Padrecito tan chismoso.
– A propósito, yo sé más cosas que tú, Pedro y Thomson, están por terminar el local que va a usar para alquilarlo y se efectúen fiestas campiranas, nosotros lo vamos a estrenar.
– Mira nada más y yo sin saber nada.
– Pues te pasas la vida en el campo y por la noche no haces “otra cosa” que dormir, ¿A qué hora te digo?
– Nunca hemos peleado, ¿vamos a empezar ahora?
– No mi cielo, desde luego que no.
Las actividades laborales, tanto de agricultura y administrativa, van sobre ruedas, se establecieron quince franquicias en todo el estado, cada una tenía ya su propia empacadora; pero la importadora general era manejada por los ingenieros Cuautle y Thompson, asesorados por el Lic. Gerardo E. Vázquez, especialista en Comercio Exterior.
No era de extrañar el progreso de la recién establecida la “Cooperativa Estrella”, S. C., que es el resultado de casi cincuenta años de luchar contra temporales y pérdidas de seres queridos; pero un gran esfuerzo de la familia Cuautle, por lo cual se prepara ya el festejo de las Bodas de Oro de Milagros y Rutilo Cuautle.
Desde la semana previa al festejo religioso, preparado por el Padre Pepe, quien se encargaría de adornar la iglesia a la altura del personaje que vendría a concelebrar con el citado padre, quien sería nada menos que el Obispo Oscar Melgarejo, muy amigo de Don Anselmo Cuautle, que en paz descanse.
Era una algarabía enorme en todo el rancho y los vecinos, todos se aprestaban al festejo, adornos en todas las entradas de los ranchos vecinos. El altar estaba preparado en el fondo del jardín principal de La Estrella, a espaldas de los celebrantes había acomodado divinamente una especie de abanico enorme con rosas rojas preciosas, ¿Cuántas? No sé, muchísimas. Son las flores preferidas de Mili.
Los invitados ya empezaron a llegar, buscando a los novios, no los veían por los jardines, en ese instante llegaba una limusina blanca, en ella llegaron el Sr. Obispo y el Padre Pepe, descendiendo y se dirigieron a la sala principal, unos minutos después alguien salió al jardín y anunció que los celebrantes iban a salir, detrás de ellos salieron los señores Cuautle, y tras los ingenieros Pedro y Thompson. Mili sencillamente divina, vestida de color blanco con un bellísimo bordado en la orilla con preciosas aves del paraíso bordadas a mano, y la falda, la blusa y mangas cortas también con la misma decoración, él, guapísimo, a pesar de la edad y usar un bordón, su figura es erguida y como siempre sacando el pecho como desafiando a la edad. La homilía del Obispo fue muy conmovedora, hizo alusión a la vida de los Cuautle desde jovencitos, hasta ahora que sus sembradíos les daban trabajo a más de la mitad del pueblo, tomando en cuentas el éxito de las franquicias. El Padre Pepe se encargó, una vez terminada la ceremonia, invitar a los asistentes que pasaran al jardín situado atrás de la Casa Grande a tomar un almuerzo.
Todo estuvo preparado como una kermesse, diversos puestos con mole de guajolote, de pollo, mole verde, otros con pipián inclusive estaba un puesto con cabrito y machaca tipo norte, aguas frescas de diferentes sabores, dulces regionales, y un gran número de mujeres haciendo tortillas calientitas y también hay de masa azul, hummm… todo sabrosísimo, tipo rancho. Serían como las cinco y media de la tarde, cuando Perico ve a sus papás que lentamente se alejan del jolgorio y se encaminan hacia el lago, y le dice a una joven muy bella que lo acompaña:
– Mira Chofi, mis papás se van rumbo a su refugio, mañana les decimos lo nuestro, ¿Te parece?
Llegando a su sitio favorito, se sientan sobre la yerba, Mili se acomoda en el hombro de Ruti, éste la abraza suavemente, sin decir palabra, recargándose uno en los hombros del otro, sus ojos brillan, y como si fueran uno solo, derraman lágrimas, humedeciendo sus rostros, mirando hacia donde el sol se trata de ocultar, perdiendo brillo y color, como si le diera vergüenza de estar siendo indiscreto testigo de un amor tan bello y tan grande, así pasan las horas hasta que la luna está sobre ellos, escuchan un grito que los hace reaccionar…
– ¡Mamá, Papá…!, ¿Todo Bien?
Jorge Enrique Rodríguez.
15 de octubre de 2013.