En los últimos días de otoño, cuando las primeras hojas de los árboles volaban sutiles y acompañando al viento que imitaban las bellas notas de Antonio Vivaldi con su Otoño, absorbiendo con deleite la paz que le rodeaba hasta los confines del universo. Escuchando el silencioso murmullo del viento que golpea el rostro, sin lastimar al hombre que como alma entre las nubes y la mirada fija en el infinito; dejando rodar dos gruesas lágrimas que surcaban sus mejillas, como sufriendo recuerdos dolorosos.

En una conocida compañía estadounidense celebraban en sus instalaciones administrativas, una auditoría financiera en relación a ingresos y procedimientos con motivo de comparar, los resultados en México, contra los de las oficinas en la matriz; debido a que los reportes nacionales eran muy superiores a los de la oficina matriz. Se revisaron paso por paso todos los puntos de los procedimientos y los seis ejecutivos extranjeros y los dos mexicanos entregaron sus resultados.

Enrico Berlucci, director administrativo de la región México, mexicano por nacimiento, hijo de padres italianos, es el empleado que fue sometido a la auditoria administrativa, con los siguientes resultados:

“Señor Berlucci nos complace en informarle que el resultado de la auditoría es muy satisfactorio, dando por resultado en un 99% de asertividad contra 61% de la oficina matriz. Por lo anterior, le notificamos que se ha hecho acreedor al traslado a las oficinas centrales, con el nombramiento de Financial Manager Junior, con un salario de US$220,000.00 anuales, con sede en New York. Oportunamente recibirá la documentación necesaria y documentos de traslado, incluyendo el importe de los gastos para su traslado. Debe presentarse con sus jefes quienes serán informados de inmediato; tiene usted 90 días para presentarse en la oficina correspondiente en la “Sede New York.” Felicidades.

El cielo muestra escasas nubes de tinte anaranjado, acusando la huida del sol hacia el poniente y sobresaliendo entre las cumbres de los Apeninos en su diaria agonía. Ahí, con la vista fija en el horizonte con aspecto de meditación profunda, se encuentra un hombre que años antes había recibido las calificaciones tan elevadas por su trabajo en las empresas mexicanas. Sin ostentación de su nivel económico, se veía elegantemente vestido y sin más joya que un magnífico reloj de conocida marca y como Fistol, una piedra de jade maya con montadura de oro en su corbata.

Por el aspecto de su rostro y el intenso brillo de sus ojos, se adivina que está luchando con algunos recuerdos dolorosos o de un gran arrepentimiento.

– Te propongo que vengas conmigo a vivir a New York, no te va a faltar nada, es más tendremos cosas que jamás imaginaste, por lo pronto un departamento en Manhattan, comodidades y viajes frecuentes; pero necesito tu respuesta de inmediato para tramitar tu pasaporte y demás documentos, me urge ya irnos.

– ¿Y mi familia? ¿Quién va a pedirme?

– Yo creo que ya somos mayores de edad y podemos hacer lo que nos guste o convenga. Te estoy ofreciendo una vida que nunca soñaste y lo hago porque siempre te he amado, y no creo que un compromiso o un papel o una simple tradición, aumente o disminuya nuestros sentimientos.

– No puedo dejar a mis hermanos así sin más ni más, no los puedo abandonar a su suerte.

– Según me has dicho, ya son adultos responsables, no es necesario que los cuides; pero es tu dedición y tu futuro sin privaciones de ninguna clase. Te llamaré periódicamente para saber si cambias de parecer, por favor no te vayas a tardar mucho.

Enrico Berlucci empieza a desarrollar sus labores como ejecutivo de finanzas dando resultados muy satisfactorios para su nivel, incrementando su credibilidad. Se empieza a relacionar con los socios inversionistas de la propia empresa, algunos de ellos han notado que Enrico posee un toque muy particular, ya que todos sus movimientos en la bolsa de valores son muy positivos dándoles excelente ingresos. Estos resultados son tan frecuentes que le dan mucho prestigio entre los altos ejecutivos. Estas nuevas relaciones le han abierto las puertas de la gente del Jet Set en New York, fue invitado a una ceremonia en la Embajada de Italia, lugar donde se inicia el mundo particular de Enrico Berlucci; trajes cortados por el mejor sastre de la Gran Manzana.

En donde vivía era un pent-house de lujo, muebles de diseño registrado, por el mismo y ejecutados por excelentes fabricantes. El Salón Mexica, era un poema del arte mexicano de la época colonial. En este tiempo era ya un hombre rico, soltero, con nivel profesional muy elevado. De carácter introvertido, un hombre solitario: pero de sonrisa amable y espontánea.

En la reunión mencionada, conoció a un millonario inversionista de nacionalidad israelí, Don Aarón Berdichebsky, quien de inmediato simpatizó con Enrico. Éste fue abierto y le comentó a Enrico que ya lo había investigado y se mostraba anuente a entregar sus inversiones a Berlucci. Para tal efecto se abrió una casa de bolsa denominada “Berdichebsky Financial Ltd.”, con capital inicial de quinientos millones de euros. Casi se cumplía un año y se tuvo el primer tropiezo; la bolsa de valores en todo el mundo empezaron a perder puntos y fue muy dramática la caída de “Berdichebsky Financial”. Enrico no se separaba de las computadoras, haciendo análisis y buscando opciones de inversiones para reponer las pérdidas sufridas, después de dieciséis días y dieciséis noches de no dormir y casi sin tomar alimentos, saltó la liebre, una empresa minera en quiebra ofrece sus acciones al diez por ciento de su valor y sin pensar, por una corazonada las tomaron y cosa de gesto de magia empezaron a tener una alza de sueño y agregamos otras opciones más que desconcertadas daban tumbos; subían, bajaban, pero las de Berdichebsky Financial se iban para arriba. En ese momento ya tenían doce empresas controladas en pleno movimiento de alza. El mercado estaba reaccionando muy favorablemente. En el banco se daba el resultado de las operaciones y “aleluya”, habíamos recuperado lo perdido y mucho, mucho más de nuestras expectativas.

Una nueva llamada a México y después del saludo y buenos deseos, pregunta Enrico:

– ¿Qué has pensado?, dime que sí y mando por ti.

– ¿No vendrás por mí?

– No, te mando el boleto de avión y dinero para que compres lo necesario para que te vengas a vivir acá, ¿Qué dices?

– ¿No vas a pedirme?

– ¿Qué edad tienes? Por favor.

– No sé hablar inglés.

– Sólo dime sí o no te vendrías.

Berdichebsky London Financial, socio de la oficina en New York, anunció su asistencia a la convención anual para buscar un acercamiento con los ejecutivos de nuevo ingreso. Entre los empleados calificados se encontraba un mexicano por nacimiento, hijo de padres italianos, Enrico Berlucci. Habiendo recibido oportunamente la invitación correspondiente, dentro de un portafolio de piel con su nombre gravado en oro. La invitación era una pieza única hecha a mano por un artesano mexicano procedente del Edo de México, hecha de papel amate y dibujada en colores vegetales, escrita con pluma de ave. Treinta invitaciones todas con el nombre de cada uno de los invitados, por lo cual piezas únicas, y fueron muy apreciadas.

El orden del día de la convención era el siguiente:

1.- Bienvenida señor James Berdichebsky.

2.- Resultados globales del grupo.

3.- Presentación de nuevos ejecutivos.

4.- Premiación al ejecutivo más destacado del ejercicio.

5.- Presentación del nuevo socio de la firma.

6.- Clausura de los trabajos y despedida por el señor Aarón Berdichebsky.

El punto 4; la premiación fue nada menos que para el ahora Mister Enrico Berlucci; aparte de sus éxitos acumulados, tuvo mucho que ver la recuperación de la perdida que había puesto en seria crisis al grupo entero, ganando además varias nuevas cuentas. Se le entregó en un cheque a su nombre por la cantidad de un millón doscientos cincuenta mil euros, era elevada; pero comprensible, ya que la ganancia además de la recuperación fue de más de quinientos millones de euros. El punto 5, también recayó también sobre nuestro flamante ejecutivo; el nuevo socio Don Enrico, primer mexicano que había roto la antipatía para con los latinos.

Con el desarrollo que tenía la República China en las finanzas, el comercio y la industria, se le encomendó a Don Enrico la apertura de una sucursal en Shanghái, de inmediato se realizó el viaje y la planeación. El establecimiento se llevó a cabo en treinta días, dejando un equipo de seis personas especialistas en altas finanzas, dos ejecutivos fiscalistas de origen chino, dos europeos y dos más latinos, especialistas en sus mercados. La asesoría de este grupo sería directamente del señor Enrico Berlucci. A los seis meses se empezó a ver los resultados y la proyección de utilidades para ese ejercicio, se manifestaba arriba del presupuesto realizado, se entregaron menciones honoríficas al equipo y al responsable de la región, Don Berlucci.

La expansión de la firma, era inevitable, ahora se pensaba en el sur de Europa; Italia era el proyecto, tal vez en Roma, por ser el centro político y comercial de la península itálica. La designación del máster residente, era lógico que sería por designación directa, sin votación previa al licenciado Enrico Berlucci. En este momento es ya considerado socio máster con especialidad en metales y piedras preciosas.

– ¡Hola! ¿Cómo has estado?

– Muy bien, antes de que me digas algo, no quiero ir a ser tu sirvienta y lejos de mi país.

– Estas muy mal, nadie ha mencionado la palabra servicio. Mi ofrecimiento es convertirte en la señora Berlucci, vivir en Italia. Tendrías suficiente auxiliares de servicio en la casa y todos los beneficios que tendrás en tu nueva condición. Es la última vez que te lo pido. ¿Te vendrías a vivir conmigo?

– No Gavi, te quiero mucho; pero no dejaré a mis hermanos.

– No lo esperaba, simplemente hasta nunca, mi amor, me condenas a la soledad.

Un año después de haberse convencido de que no tendría a la persona con quien quería compartir sus triunfos y envidiable “Status Quo”, paseando a pie frente a la Fuente de Trevi, se encontró con un antiguo amigo sacerdote salesiano, el padre Oswaldo; brilló una sonrisa en el rostro de Don Enrico, como hacía mucho no lo hacía. La plática se alargó casi dos horas. Sin darse cuenta descargó sus tenciones y se sintió algo más ligero, despidiéndose afectuosamente con grande y fuerte abrazo.

El contenido de la plática se vio impregnado de amargura y cansancio por parte de Enrico, estaba perdiendo el interés por su labor y el cúmulo de experiencia que solo producía dinero. Fue invitado a una convivencia en los jardines de la Universidad Salesiana, en donde encontró a unos sacerdotes que también había frecuentado en el Estado de México, República Mexicana. Le propusieron dar algunas horas de clases en la universidad, asunto que le llamó la atención, y prometió pensarlo. Le pidieron que fuera rápida su respuesta, ya que el ciclo iniciaba en un mes.

Una vez que lo maduró, se dio a la tarea de asignar el rumbo que deberían tener sus obras benéficas que eran atendidas en su nombre, mientras esto sucediera, empezó a partir del inicio de clases, y poco a poco empezó a sentir que tal vez ése, era su camino. Este proceso duró dos años, tiempo en que pudo ver otros ángulos de esa actividad, en su convivencia con sacerdotes maestros, estudiantes de filosofía, seminaristas estudiantes de preparatoria empapándose del contenido de sus actividades, ya se sentía parte integrante de la comunidad empezando a sentir algunas inquietudes muy especiales, sobre todo porque no tenía ningún familiar en el continente europeo.

En México dejó sus pensamientos y el corazón, su dama no lo quiso acompañar en la aventura “Europa”. Ya eran varios años de vivir en la soledad de sus afectos, no se ha dejado abatir por la presión, entregándose al trabajo en forma contundente y ordenada. Del horario diario de 10 horas de clase. Don Enrico, ahora ya profesor licenciado en finanzas, impartía de 8 a 10 horas diarias, solo salía de la universidad para ir a dormir a su departamento y alguna vez a alguna función de ópera.

En la cuaresma de ese año, se recibió la visita de un grupo de salesianos procedentes de México y América del Sur; hermanos coadjutores y ministros permanentes. La convivencia fue de dos meses, durante este tiempo, se hizo de buenas amistades y sobre todo conoció el contenido de sus almas y sus aspiraciones enfocadas a la ayuda a las personas en general. Fueron noches de profunda meditación, escuchó pláticas de experiencias propias, formas de vida anteriores y resultado de esos actos.

Don Enrico recibió un impacto espiritual de magnitud insospechada, le mantienen un poco alejado de su constante meditación; pero cuando fue requerido en la dirección por sus superiores, se presentó con un plan perfectamente estructurado. Asistió a la reunión en la que fue requerido; como era su costumbre. Presentó una programación completa para el siguiente período de clases, incluyendo trabajos de campo en América Latina. En el punto de asuntos personales, presentó su solicitud de ingreso al diaconado permanente. Esta solicitud junto con otros documentos de los demás profesores, fueron turnados a las áreas correspondientes. Fue complicado el trayecto de la solicitud, si bien tenía suficientes condiciones académicas, debidamente respaldadas, faltarían algunas materias de carácter filosófico; pero fue aceptado por el nivel de conocimientos para ingresar a las aulas superiores.

En dos semanas aproximadamente, le llegó una comunicación de la dirección de administración, aceptando su solicitud con ciertas condiciones y tiempos de preparación. Seis meses para presentar documentación comprobable de sus conocimientos y mantenerse como primer lugar bajo los valores de pobreza y obediencia.

Recordemos que muestro personaje, es una persona que ha construido su fortuna a base de trabajo honrado, trabajando para grandes financieras y últimamente por su cuenta, a un ritmo verdaderamente agotador de dieciocho a veinte horas diarias durante 365 días al año. Tiene propiedades en México su natal ciudad, en New York, Inglaterra, en la propia Italia; pero es un hombre solitario, divorciado y su hijo menor que se quedó con él después de su separación, quien estudia en la Universidad de Oxford.

En el desarrollo de un trabajo de campo, en una comunidad en las faldas del Monte Etna, frente a la hermosa Isla de Sicilia, terminado el trabajo del día con sus alumnos, todos descansaban contemplando el atardecer. Él, aislado, planeaba la forma de darle curso a sus ideas sobre la posible donación de sus propiedades y valores o en el caso de un agudo arrepentimiento de la renuncia que estaba planeando. Contemplando el flamígero horizonte, se quedó estático, arrobado en sus pensamientos, que no escuchó el llamado de sus alumnos:

– “Maestro, maestro… debemos regresar.”

El profesor no se había dado cuenta de que el sol se había ocultado totalmente y una intensa luz plateada, anunciaba una noche clara y fresca. Se mueven en su mente muchos millones de euros, dólares y otras monedas extranjeras, piedras preciosas y propiedades.

Después de muchas horas de trabajo, sustraídas a su descanso y al sueño, logró armar un excelente paquete de inversiones en fideicomisos beneficiando en forma perenne a escuelas y centros de atención a niños y jóvenes, algunos asilos para personas de la tercera edad. Para no entrar en minucias, quedó de una forma que todas las utilidades se reinvirtieran para que los intereses formaran parte del capital principal y la ayuda nunca dejara de fluir, dejando una cuenta para que cubriera sus gastos de manutención mientras viviera dando clases en la universidad, sin ser una carga económica, ya que su sueldo sería aportación al Jardín de Niños “Pildorinna”, inaugurado recientemente por el propio profesor Berlucci.

Al día siguiente, frente al pórtico de la Catedral de María Auxiliadora, justo al pie de la enorme estatua de Don Bosco y Domingo Sabio, se encuentra el profesor Enrico con una gran sonrisa y gesto de satisfacción y su mirada limpia y brillante exclama:

– “Gracias Madre por ayudarme a decidir; aquí me tienes”.

Narrador: Con esta historia, pienso que no lastimo a nadie, además creo que es el sueño que me hubiera gustado vivir, por eso el personaje es un “Cándido Mentiroso”.

Jorge Enrique Rodríguez.

14 de mayo de 2008.

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