En una Ciudadela periferia de la Capital de la República, lugar donde la afluencia de tránsito y personas es algo menos que una parafernalia, los agentes de tránsito, carteros, vendedores ambulantes y ahora se dejan ver las inútiles y estorbosas manifestaciones. Como por un acto de magia, se escucha dos balazos, luego el tableteo de un cuerno de chico, gritos de mujeres espantadas, niños que lloran a gritos, carreras de gente que se esconde, por ahí se fue uno sangrando, señalando la puerta de una librería. En el aparador se exhibía la novedad: “La Lucha contra las drogas”, quedó una camioneta balaceada y manchada de sangre en los asientos, la otra huyó despavorida. ¿La tira? Como siempre llegó a levantar el acta. Nadie hace nada, ni los lastimados y mucho menos los que resultaron afectados en sus propiedades o en sus personas; se han dado casos de lastimaduras graves. Se veía a unos cincuenta metros, un globo color verde, éste subía y bajaba a cada paso de cuatro a cinco centímetros, señal de que el portador del globo venía corriendo, era un niño vestido de pantalón color verde, camisa blanca y el cuello igual al pantalón, era de tez blanca y ojos color verde, este niño si tuviera alas sería un ángel, los rasgos de su cara era muy tersos en una palabra el niño era guapo y de pelo rizado y como vulgarmente se dice “güerito”.

El ocupante de la camioneta que se había quedado dentro de ella; herido en un hombro y aparentemente muerto, tenía otra herida en una pierna, se veía aparatosa, los otros dos cadáveres que habían caído en la calle no presentaban ya signos de vida. Mientras la policía se ocupaba de ver si conseguían testigos, el niño se acercó a la cabina de la camioneta, amarró su globo en la ventanilla cuyo cristal esta estrellado, tocó la frente del “muerto” y éste abrió los ojos y el niño le dijo:

– Vas a despertar pero vas a hacer lo que yo te diga.

– ¿Qué te tres escuincle?

– Mírate la pierna, la tienes casi desecha y en el hombro ni se diga, tienes fractura en el brazo y la clavícula. El hombre se vio la pierna y quedó horrorizado. El niño:

– Por lo pronto ya no te duele nada. ¿No? Bueno vas a dar los nombres de tus jefes y cómplices y después yo me encargo que nadie te encuentre.

– Hecho güerito.

El bandolero y el güerito, fueron a la patrulla y les dijo:

– Quiero declarar.

– ¿Declarar qué?

– Soy delincuente y me vengo a entregar y a decir todo.

– Mire mi estimado ciudadano, no estoy para juegos, veníamos persiguiendo a puros hombres vestidos de negro y con capucha, y usted vienes perfectamente a la moda, váyase a su oficina.

– Pregúntele a mi hermanito güerito.

– Mire señor… como se llame, ¿Cuál hermanito? Si vienes usted sólo; váyase antes de que lo arreste por obstruir la investigación.

– Te lo dije güerejo.

– Es que ellos no me ven.

– ¡¿?!

El globo verde, iba volando lo sostenía de un cordel un niño vestido de verde.

MORALEJA: “Los milagros todavía existen”.

Jorge Enrique Rodríguez.

24 de diciembre de 2011.

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