Existe entre la jerga de las abuelas y abuelos un dicho que reza: “Si quieres que tu hijo sea un pillo, mételo de monaguillo”, a través del tiempo que éste se ha convertido en una gran verdad, se van a dar cuenta por la siguiente historia.

En las laderas de la montaña, existía un pequeño pueblo llamado “Santos Ángeles”, hay una laguna donde los niños van a nadar y los pescadores acuden con mariposas a pescar pescado blanco, que luego venden en el mercado y una parte la envía a la cabecera municipal para ser incluidos en el menú del día.

Ponchito era muy travieso, un día le cambió a Tina, sin que diera cuenta su almuerzo, escondiéndolo entre los matorrales y puso en su lugar dos pescados muertos, después que la niña llorara, le devolvió el almuerzo, no sin llevarse una reprimenda de la maestra Lucía.

Otra ocasión, yendo a nadar, le escondió los pantalones a Fabricio, como se había metido a la laguna en calzoncillos, no le quedó más que regresar sin pantalones, con su ropa mojada tapándose con camisa y la mochila. Regresó a su casa llorando, el panadero, viudo, viendo la maldad, fue a acusar a Ponchito, su padre le puso una cueriza, que le dejó las asentaderas marcadas, que viejo tan bruto. Poncho no escarmentó, siguió con diabluras.

Ni el Señor Cura Facundo, se le escapaba, un domingo antes de las celebraciones de la Eucaristía, éste chamaco vació en el lavabo la botella de vino de consagrar y la llenó hasta donde había vino, con refresco de manzana, imagínense la sorpresa del Don Facundo el Cura. No todo lo que pasaba era para que Ponchito se riera, esa misma tarde en el rosario de las seis, le tocó a éste escuincle ayudar al padre a la hora del sermón, él como acólito le tocaba sentarse en la escalinata del presbiterio, tomando su lugar en la esquina del lado derecho, el señor cura empezó así:

– Hermanos en Cristo…

El sermón duraría como una hora, Ponchito el angelito, se quedó dormido en el cuarto escalón con los codos sobre sus rodillas y las manos en la mandíbula, en un momento determinado el cura dice:

– …los malvados de cabeza caerán en el infierno… (Se abre de piernas y Poncho, dormido cae dando una vuelta y al final se da un sentón. El cura se quedó callado y algunos de los feligreses expresaron algunas carcajadas algo reprimidas por el respeto al lugar; el niño se soba la cabeza y las asentaderas y se vuelve a sentar en donde estaba.

Sócrates y Tina siempre andan juntos y tomados de la mano, una tarde después del catecismo, fueron a comprar una paleta y quitados de la pena, están sentados en una banca del parque comiendo su paleta, cuando aparece Poncho y al grito de:

– Son novios, son novios, son novios.

Sorpresivamente les da una lamida a cada paleta, quedándose inmóviles; el chamaco salió corriendo.

La Maestra Lucía trataba el tema de los planetas y cometas, todos están muy atentos y muy callados, de repente se escucha un ruido de vidrios rotos y ven que el monaguillo había lanzado “algo” con lo que causó el daño.

– ¡Poncho! ¿Qué hiciste?

– Lancé una nave espacial.

– Estás castigado, acompáñame a la dirección. (Lo castigaron tres días y su papá tuvo que pagar el vidrio roto).

Éste “niñito” hizo una más, formaba parte del coro de la iglesia y practicaban en la casa de una catequista ya mayor, en un segundo piso; un día al terminar y salir de la vecindad, bajó el switch del departamento de la viejita, estuvo toda la noche y parte del día siguiente sin energía eléctrica, hasta que un alma piadosa le dijo a la “seño” que habían bajado el interruptor, solo dijo:

– ¡Ay Poncho que pingo!

El tiempo siguió su marcha y la conducta del diablillo no mejoraba; pero hubo un acontecimiento que cambió su vida. El jueves santo de la Semana Mayor, después de la ceremonia, fue a la Sacristía a barrer y trapear, en ese momento llega un matrimonio de feligreses y preguntan por el cura Don Facundo, Poncho responde muy solícito:

– No está en este momento, está en el confesionario y tal vez se tarde, tiene mucha gente.

– No nos podemos esperar, dile que vinieron los esposos López Cándido, que le dejamos esto, (le muestran un rollito de billetes y lo dejan sobre la cómoda), que otro día lo pasamos a saludar.

– Con gusto, le avisaré.

Los señores se despiden y se van.

Siguió su faena y se apresuró a terminar, preparándose para salir cuando piensa para sí mismo:

– Nadie nos ha visto, (Dice el niño), si tomo el dinero al fin y al cabo nadie los conoce.

Toma el dinero y se lo echa a la bolsa y sale apresuradamente. Llegando a la salida principal, algo le hace volver el rostro y al ver hacia el altar, ve al Sagrado Corazón de Jesús que le dice:

– ¿A dónde vas Ponchito, hijo mío? Ese dinero no es tuyo, lo dejaron para la Iglesia de Dios. ¿Te atreves a llevártelo?

Poncho sintió que el pecho le retumba y el corazón le late muy rápido, creo que hasta tuvo problemas digestivos. Regresó lo más rápido que pudo y al llegar a la cómoda de la sacristía, puso el dinero en donde estaba, justo en el momento que el señor cura le decía:

– Qué bueno que lo guardaste en tu bolsillo, pues pudo entrar alguien y tomarlo sin permiso, a eso se le llama robo y es pecado. ¿No lo crees Ponchito?

Después de esto, no se volvió a saber que Ponchito hiciera travesura alguna, se volvió estudioso, muy devoto del Sagrado Corazón de Jesús.

Jorge Enrique Rodríguez.

22 de noviembre de 2011.

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