Se apreciaba una actividad inusitada en los locales de una fábrica de prendas femeninas, empleados que van y vienen, traen flores para adornar un altar y celebrar una santa eucaristía, para el efecto vendrá un sacerdote, se celebra el aniversario de la empresa. Para los empleados se prepara un desayuno ofrecido por el dueño del negocio. Daniel Ocaña, gerente del establecimiento, andaba muy apurado revisando que todo estuviera a punto; los floreros ya están colocados, las sillas y el amplificador que se usaría para las palabras del ministro, como música de fondo se escuchará “El Mesías”, de Georg Friedrich Hender. Se revisaba el orden en los departamentos, en las instalaciones mecánicas. En ese momento entraba por la puerta de vehículos un auto, en el cual viene Don Javier Jiménez; dueño de las instalaciones, acompañado por el padre Ángel, grandes amigos.

Casi al mismo tiempo, llegaban por la puerta principal, Gudelia la secretaria de Daniel, su mamá y una prima de nombre Sofía, con quienes se cruzó Daniel, y al momento de saludar a Gude y a su madre, no disimulaba que a quien estaba viendo era a Sofía, quien permanecía ligeramente inclinada la cabeza y miraba de soslayo a Daniel. Al ser presentados, Daniel siente una extraña sensación que le recorre el cuerpo y solo alcanza a decir:

– Es un placer conocerla. (Todo el cuerpo se le cimbra, como si hubiese recibido una descarga eléctrica).

– Mucho gusto. (Sintió un estremecimiento inexplicable).

– Bienvenidas pasen por favor; Gude, ven un momento.

– ¿Qué se te ofrece Dany?

– ¿Dónde estaba tu prima que no la conocía?

– Terminó sus estudios y va a vivir con nosotras. Es hija de mi tío Raúl.

– Invítame seguido a tu casa, me fascinó tu primita.

Durante el transcurso de la celebración, ninguno de los dos, Daniel y Sofía, dejaron de buscarse con miradas de soslayo, y más de una vez Daniel la sorprendió buscando sus ojos o viceversa. Al terminar la plática del ministro, todo mundo se fue acomodando en las mesas dispuestas para el desayuno y Daniel atendía a una mesa y otra, pero no perdía de vista la mesa donde desayunaban Sofía, Gude y la mamá; entre Sofía y Daniel, no se podía hablar, pues la señora les echaba unas miradas que después se enteró que la exclamación era:

– No le hagas ojitos de borrego, pues ese muchacho es para Gude; Sofí no decía nada solo agachaba la frente.

Daniel no pudo hablar con Sofí, no se le despegaba la señora; pero logró llevar a Gude a la oficina y platicaron sobre Sofí.

– Me dijo que le parece que eres muy apretado, seguramente un niño hijo de papi, que quien sabe si le guste.

– Invítame a comer a tu casa el fin de semana, a ver si puedo hablar con ella, ¿Sí?

– Mejor nos vemos el domingo, nos dejan ir a misa solas, va a ir mi novio y tú te acercas a ella, ¿Sale? A las doce.

– Hecho, ¿En dónde?

– En San Francisco, calle Madero.

La espera de ese fin de semana, para Daniel fue eterna, contaba las horas que lo separaban del posible encuentro, imaginando que le iba a decir y si realmente le parezco como le dijo a Gude.

Este encuentro no tuvo el resultado soñado, solo hubo nervios de parte de ambos y miedo manifestado por Sofía.

– Lo único que le pido es que no le diga nada a mi tía, pues me regañaría, si lo hace.

El joven no acertó a contestar, solo dibujó una amplia sonrisa, exclamando:

– Gracias Sofí, eres un ángel. (Sintió que sudaba copiosamente).

Como era de suponerse, era muy difícil hablar con Sofí, en sus muy cortas pláticas, se pusieron de acuerdo y se escribirían, el problema era la entrega de las cartas. ¿Cómo hacerle? Daniel propuso que fuera en un apartado postal para ambos, ahí dirigirían sus misivas y cada uno recogería las del otro, le pareció bien a la guapa Sofí. Para él no hubo problema; pero para la joven, tuvieron que recurrir a otra prima, que llevaría las cartas y entregaría las del joven. Esto dio estupendo resultado, durante once meses.

Intercambiaban ideales, proyectos, del pasado, estudios, sueños, temores. Las visitas a la casa de Gude se multiplicaron, la aceptación del noviazgo por parte de Sofía, no dejaba de tener su riesgo, ya que la tía era “muy difícil”. Debido a este problema, que se repetía constantemente, el joven era rechazado, no pudiendo Sofí desprenderse de ese problema. Daniel optó por dejar de insistir, sin abandonar la insistencia por carta. Desafortunadamente fue sorprendida con una carta, y el cerco de prohibiciones se tornó más cerrado, se desanimaba para seguir.

Pasó un año más o menos, ninguno de los dos hacía por preguntar por el otro a pesar de que Gude, la prima, trabajaba con Daniel, quien en silencio sentía que amaba profundamente a Sofía, pero lloraba en sus noches de insomnio y recuerdos de la bella Sofía.

Siendo un hombre atractivo, no dejaba de ser asediado por algunas jóvenes del grupo de trabajadoras de la fábrica donde Daniel es gerente, incluyendo Gude y al fin salió con una de ellas, pero de inmediato se dio cuenta que no era lo mismo, esta resultó muy “rapidita”, desde ya quería boda de inmediato. Las dos que siguieron fueron más discretas, pero querían “ya”.

El mes de junio de 1963, en la primera semana; se le ocurre a Daniel pasar por la sucursal del correo donde tenía rentado el apartado postal, cuál sería su sorpresa que encuentra una carta de Sofí fechada hacía treinta días con unas cuantas palabras: “Ya me enteré que andas con otras, ¿Ya no me quieres?

– ¡Te amo con todo el alma! (Pensó en silencio Daniel).

Ese mismo fin de semana, Daniel se hizo el aparecido en casa de Sofí, con tan buena suerte que la tía no estaba; pero Sofí no lo dejó entrar porque estaba sola, que según no debería visitarla cuando estuviera sola. Daniel solo le hizo una pregunta:

– ¿Te quieres casar conmigo?

– ¡Estás loco! (Cerró la puerta, sin estridencias).

Unos días después, Daniel y su mamá, se presentaron en casa de Sofí, previamente avisado su papá para que estuviera en casa y la hermana de él. Se trató de la petición de mano y entrega del anillo de compromiso. La primera exclamación de la tía, fue:

– No se pueden casar, ni siquiera han sido novios, ¿O si son?

El verdadero enojo de la señora era porque quería que Gude, su hija fuera la novia y no la sobrina. Fueron once meses de problemas, regaños a Gude y a Sofí, Daniel no se escapaba, ya como novio oficial, tenía que acompañarlas a misa los domingo, pero con presencia de la señorona, quien se queja amargamente de cansancio y penas económicas, infidelidades de su hermano y de la mamá de Sofí; era una plaga de comentarios agrios y lastimeros. Al final fijamos la fecha de la boda religiosa para el mes de mayo y abril para la celebración civil.

Fueron once meses de terror, eran regaños a Sofí a cada rato y por nada; Daniel no podía hacer nada, hasta que se puso de acuerdo con su papá y mostrarle la situación para que tomara cartas en el asunto. Hasta Gude cambió, después de ser muy amigos, se empezó a portar en forma agresiva en el trabajo. Daniel aguantó todo por tratarse de la familia de Sofía, llegaron a hacerse insoportables la señora y su hija. Al llegar el mes de mayo, ya las cosas habían tomado su nivel y todo el mundo acabó por entender la situación.

Un florido domingo del mes de mayo, contraían nupcias Sofía y Daniel, a los acordes de la marcha nupcial, sale del recinto religioso una pareja de jóvenes esposos, empezando una vida nueva con sus corazones abiertos al amor.

Esta historia no tiene final, porque durará hasta que la llama del amor se convierta en cenizas, acompañándose uno a otro hasta la muerte.

Jorge Enrique Rodríguez.

16 de agosto de 2012.

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