Llegaba a su casa una agraciada jovencita de unos dieciocho años de edad, quitándose una sencilla pañoleta de plástico, escurriendo por la lluvia que nos prodigaba el Creador y renegaba de esta forma:
– Madre, ya no aguanto esta vida ¿Por qué mi papá no trabaja?
– Porque no encuentra trabajo.
– ¡Cómo va a encontrarlo, ahí tirado en la cama borracho!
– No le faltes al respecto.
– ¡Qué no nos falte al respeto él a nosotras! Somos mujeres y nos debe respetar, tu eres su esposa y yo su hija; ¡Abre los ojos mamá! ¡Ábrelos!
– ¡Oh que escándalo! (gruñe el padre medio dormido).
– ¡Si no te parece ya te puedes ir largando! ¡Eres un borracho, desobligado! ¡Ya me cansé de mantenerte! ¡Trabaja o lárgate!
La respuesta de este reclamo de la joven al padre, fue una bofetada sangrándole la nariz y la boca. De inmediato la joven Meliza, se dirigió acompañada de su madre a la oficina del ministerio público para levantar un acta en contra de su padre. La madre suplicaba que lo perdonara, que así era su carácter, que es su padre; así mil ruegos de la señora, pero Meliza se mantuvo firme. Pasó a la enfermería del MP quienes apoyaron a la joven, emitieron el reporte correspondiente y detuvieron al sujeto de inmediato.
Le documentaron un juicio oral, aplicándole una multa de mil quinientos salarios mínimos, además de treinta y un días de prisión.
Esto no habría sucedido si hubiera paz, amor y armonía en el hogar.
Jorge Enrique Rodríguez.
17 de julio de 2012.