Mamita, te voy a hablar bajito y no despertarte, te ves muy bonita, ¿Sabes? la señora, esa que le dicen vieja chismosa, me dijo “orita” que venía a verte, que el hombre malo que te dio unos tiros es mi papá, ¿Tú crees?, ¿Verdad que no? Mi papá no puede ser malo; me dijo también que te pegaba y tú nunca me lo contaste, ¡Yo te defiendo! Acuérdate de cuando me “pelié” con aquel apestoso y lo descalabré de una pedrada; ¡Así hubiera sido ahora! ¿Te acuerdas que me castigaste por eso y no me diste mi domingo por tres semanas? No te quiero regañar, si estás bien chula.
El padre de la doctrina, ahí está afuera esperándome, me dijo que vas a un lugar muy hermoso y lleno de ángeles y música de arpas. Mamita ¿Qué son las arpas? Cuando llegues, no dejes de mirarme y cuídame mucho, ya ves como son los del barrio; el padre me va a llevar a una escuela de interno, dice que de ahí salgo teniendo cuando menos un oficio. Ya me ésta llamando el padre; ¿Me dejas darte un beso de despedida? Cuando besaba la mejilla de la difunta, Agustín sintió el peso de una mano femenina que le acariciaba el pelo; el cadáver permanecía inmóvil, Agustín inmóvil, pálido, no podía creer lo que había sentido; desvaneciéndose de inmediato le prestaron ayuda.
SEIS AÑOS DESPUÉS
Para este tiempo, Agustín ha cumplido 14 años y vive con una familia que le brindó calor de hogar y toda clase de ayuda para su preparación escolar. Desafortunadamente la violencia y vicios se han propagado por todos lados y el rumbo donde vive no fue la excepción, empezó a rodearse de malos amigos que lo indujeron a ir a antros y a la bebida; la rebeldía del chico aumentaba aparentemente sin razón, era ayudado por un vecino y por las noches se escapaba por las azoteas, justo a la casa del dueño del antro y se dejó arrastrar a pesar de los esfuerzos de sus tutores. En un momento de lucidez los tutores de Agustín, se enteraron del motivo de su rebeldía; en sus propias palabras “¡Odio al que mató a mi madre! Por eso quiero olvidarlo, bebo y me drogo de impotencia; cuando estoy en el viaje mi madre me dice perdónalo, es tu padre y ¡No puedo! ¡No puedo con eso!”.
Faltaba poco para que Agustín cumpliera la mayoría de edad; sus complicaciones habían aumentado a tal grado que una noche paso corriendo, huyendo de alguien que evidentemente estaba drogado y con un lenguaje muy vulgar lo conminaba a que se detuviera; cuando el maleante lo tenía enfrente a pocos metros, le apunta con una pistola automática y se escucha un disparo; caen ambos al suelo, Agustín se golpea en la cabeza contra el suelo y el maleante sin vida con un tiro en medio de la frente. El disparo salió de la nada y aparece una mujer policía con su arma de cargo en la mano, se agacha y le dice levántate chavo; Agustín la mira fijamente y le pregunta ¿Mamita, eres tú?
Agustín volvió a sentir lo mismo que cuando se despidió de su madre con un beso en la frente hace ya doce años.
Jorge Enrique Rodríguez.
19 de febrero de 2009.