Sombras largas, en armonía con los movimientos caprichosamente infantiles con el acompañamiento de una vocecita candorosa, nítida como el toque de una campanilla de plata; pero se adivinaba cierta tristeza en la carita de un niño rubio de cuatro a cinco años como máximo. Rellenando con arena su pequeña cubeta, bailaba y cantaba, “Vuelvan, vuelvan por mí, vuelvan aquí”, una y otra vez, como estribillo, vaciando la cubeta arrojando su contenido sobre las olas del mar. ¿Por qué un niño de esa edad habla así? ¿Quién es él? ¿Qué dolor escondía su inocente corazón? Observé que el niño no lloraba.
Cinco años después, casi al término del ciclo escolar, me notifican que me cambiarían de centro escolar. Esa mañana no tenía actividades y me quedé leyendo en la sombrilla de una fondita del lugar. A los pocos minutos apareció por la misma grieta que se va, mi amigo “Bambú”, así le llamo porque no sé cuál es su nombre; además siempre portaba una vara de bambú, dejé el libro sobre la mesa y me dediqué a observar a Bambú, el mismo canto, las mismas frases, los movimientos similares a cuando era un niñito, la voz más fuerte, su cabellera más larga, más espesa y revuelta, parecen cabos de marinería. Solo que ahora estaban atados hacia la nuca. Antes de que el astro rey llegue al cénit, Él, ya adolescente, se retira hacia las rocas y desaparece. Lo volvemos a ver hasta la madrugada del día siguiente.
Me propuse desentrañar el misterio que encerraba este chiquillo, conocer a sus padres, su casa, y sobre todo su extraño modo de mover la cabeza, sobre todo el rarísimo color de sus ojos, parecían color almendra pálido, o ámbar, o color arena de mar, o mezclados; o éste, o aquel o el otro; no se puede definir, cambian de color con el movimiento de su espesa cabellera, que seguía creciendo y parecía nido de sierpes rubias que jugueteaban al ritmo de sus cantos y bailes, al mismo tiempo que su inseparable vara de bambú de doble longitud que la de su estatura, era el complemento de su atavío de sus “paseos”. Al día siguiente decidí abordarlo; caminé hacia él, estuvo dispuesto a defenderse, me recibió como diez metros antes de llegar a él, con su caña a manera de lanza, exclamando:
– ¿Quién se acerca por ahí?
– Un amigo, no temas.
No bajó la caña de bambú y continuó.
– ¿Qué es un amigo?
– Alguien que no te causa ningún daño.
Caminaba hacia la izquierda buscando la sombra que nos brindaba la vegetación, noté que no me seguía con la mirada, estaba fija en el lugar donde inicié la conversación, unos pasos atrás, deje de hablar y él me gritó:
– Responde. ¿Quién eres?
– Soy el profesor Luciano Sánchez, profesor del centro escolar del municipio, y soy un amigo tuyo ya te dije.
– No te conozco.
– Dime tu nombre y te conoceré.
– Mi nombre les da miedo o les espanta, unos me llaman “Cabeza de Sierpes” otros, “Ojos de Arena”, decir eso les causa espanto.
En este momento ya tenía la vara de bambú vertical apuntando a la bóveda celeste, dándome perfecta cuenta del color de sus ojos y de su problema, sus pupilas fijas y raramente cubiertas por una capa delgada opaca y abajo otra carnosidad móvil de diferente color que hacían el juego raro de cambio de colores tan sutil e inestable y extraño movimiento de su cabeza, que más tarde me enteré que era en las raras ocasiones que le llegaba a percibir sombras y movimientos externos a sus pupilas, el chavo tenía una rarísima enfermedad congénita de origen egipcio, según la historia que me enteré después. Observé en el joven Ojos de Arena, me gusto más éste nombre; era ciego, sin embargo, su forma de hablar era fluida y congruente, lo cual despertó mi curiosidad.
– Escucha Ojitos…
– No me digas así, me dicen Ojos de Arena. Me grito amenazante.
– ¿En dónde vives? ¿Vives con tus padres? El joven se mantuvo en silencio.
Tomó su inseparable vara de bambú y a paso apresurado se alejaba, lo seguí a corta distancia en la confianza de su falta de visión. Después de pasar por la grieta por la cual desaparecía a diario, cuando se iba por las tardes, llegué a un pequeño espacio de no más de dos o tres mil metros cuadrados, en el fondo estaba un jacal y una cerca que resguardaba un gran número de girasoles en plena floración iluminando el rinconcito del terreno.
Se pasó el tiempo sin sentir, cuando me di cuenta, no me daba tiempo de llegar a mi clase, decidí esperar un poco más para ver algún otro movimiento de mi nuevo amigo. No transcurrieron treinta minutos cuando me llevé una gran sorpresa, por el camino que venía del mercado municipal, vi llegar a una antigua compañera maestra, la señorita Ontiveros. Los recuerdos se agolparon en mi mente, cuando impartíamos clase recién titulados, cuando llegamos al municipio, y cuando la acusaron de aquello y la expulsaron del magisterio del estado.
No me había dado cuenta que el sol estaba ya tiñendo de rojo las nubes y de grana las olas del ancho mar, tuve que regresar a casa, no sin antes hacer planes de regresar a visitar a la señorita Ontiveros al día siguiente. Aprovechando que era sábado y no tenía actividades en la escuela, me aposté cerca de la choza de Ojos de Arena, muy bien escondido, esperando, esperando.
El arrullo pausado y melodioso de las olas del mar me estaba provocando una pesadez en los párpados muy incómoda debido a mi propósito de vigilancia sobre los habitantes de la rústica choza. Cuando los primeros rasgos de claridad empezaron a dibujarse en el firmamento, aparecieron en la puerta Ojos de Arena y la señorita Ontiveros, bueno hasta ese momento yo pensaba que era ella, por el parecido a mi compañera de la universidad.
Esperé a que mi amigo desapareciera por su camino habitual para salir en la hendidura de piedra al otro lado de la mini bahía. Todavía esperé un poco más a que el astro rey nos regalara con más claridad y antes de veinte minutos decidí entrar en acción. Me acerqué hasta la choza y toqué tímidamente en una lámina que formaba parte de la puerta; casi de inmediato abrió la puerta una mujer de tez bronceada, pelo maltratado por el agua salada, la arena y el sol, recogido en la nuca con un pequeño listón, con ojos de susto, voz tímida, exclamó:
– Si tengo permiso para vender en el mercado, se lo muestro. Entró apresurada dejando la puerta abierta y buscó algo en una pequeña bolsa de palma, mostrándome un recibo del ayuntamiento.
– Perdona el susto, no vengo a molestarte, no soy inspector. ¿No me reconoces?
– No, no sé quién es usted.
– Por favor Abril, acuérdate, soy Luciano, fuimos compañeros en la universidad, después nos dieron una plaza aquí en el municipio, vivimos en la misma casa de huéspedes de Doña Milagros, pero no llores por favor, vengo a ayudarte.
– Creí que nunca volvería a verte, después de que me corrieron de la escuela.
– ¿Qué fue lo que pasó? Cuéntame, nunca creí lo que dijo el licenciado Perea. Nunca supimos nada de ti, se supone que habías fallecido en el accidente del autobús que salió a México aquella fecha, no entiendo, tu papá falleció el día que le avisaron del dichoso accidente; cuéntame, por favor.
– ¿Recuerdas que para el aniversario de la muerte de mi mamá quería mandarle a construir una capillita?
– Sí, estabas muy ilusionada.
– Fui al despacho del licenciado Perea y le expuse mi solicitud y la cantidad que pretendía pagar cada quincena. Se tocó con los dedos índice y pulgar derechos la barbilla, lo pensó un momento y me dijo:
– Me parece muy bonita forma de pensar de una joven profesionista y la felicito.
– Sí, Luciano, el licenciado fue a la caja fuerte y sacó un paquete envuelto; pero no vi de que era y lo colocó en el cajón del escritorio dejándolo abierto, en ese momento, tomo el teléfono y marco un número de tres dígitos y dijo, “maestra quiere venir a la dirección por favor, gracias”, no dijo el nombre.
Guardó silencio Abril, Luciano respetó el dulce suspiro que dejó escapar como si se le fuera parte del alma en ello.
– ¿Qué más pasó Abi?
– Cuando entraba a la oficina Lupe la maestra de educación física, me estaba entregando una carpeta de archivo indicándome que firmara el “pagaré” que estaba ahí amparando el dinero que me “había” entregado.
– Con mucha extrañeza le pregunté: ¿Dinero, cuál dinero?
– El que saqué de la caja y le entregué aquí, maestra Abril, no hagamos jueguitos. ¿Verdad maestra Lupe que usted es testigo que le entregue a la maestra $100,000.00?
– Sí, es cierto, yo lo vi.
La joven maestra Abril Ontiveros insistía en que no había recibido nada, llorando de impotencia.
– Salí a paso apresurado y sollozando en silencio dirigiéndome a mi salón de clase en el momento en que salían al descanso mis alumnos.
Tras ella, dos minutos después llegó Perea con la carpeta del recibo en la mano, frente al escritorio de la maestra sin preámbulos, éste le dijo:
– ¿No vas a querer tu dinero? Hay otra forma de arreglar esto, si te portas muy bien conmigo.
La última frase Perea la pronunció con una inflexión de maldad que rayaba en lo ordinario.
– Lo que le alcancé a responder solo con un golpe con el florero con tal fuerza, que tiré al suelo a Perea con un labio roto y un diente menos.
– Bien hecho, eso y más merecía. No sé cómo; pero te voy a reivindicar, ya verás, vamos a planearlo muy bien.
– Me despidió y me dijo que me iba a demandar.
– Te repito, yo te voy a defender; insistió el profesor Luciano.
– La primera noche después de mi despido, la pasé sin tomar alimento en la playita de los pescadores, dos jovencitos que eran mis alumnos se ofrecieron a velar mi sueño, detalle que les agradecí infinito, aunque a media noche estaban dormidos como dos angelitos. A eso de las tres de la madrugada me despertó el casi imperceptible ruido de las olas que le abrían paso a un gran yate con unos pequeños jeroglíficos egipcios y una banderola con una esfinge bordada o pintada, nunca supe; bajaron una lancha de remos y por la escalerilla bajaron dos hombres y una mujer que traía cargando algo, por la forma de hacerlo adiviné que era un bebé; todos se acomodaron en la lancha y lenta, muy lentamente sin hacer ruido con los remos, se acercaron a la playa.
Bajaron todos; con señas y hablando un idioma que no entendí, le indicaron a la mujer que dejara al niño o niña, o que se yo que era, lo dejara en la playa; cuando la mujer lo depósito en el sitio señalado uno de los hombres la golpeó perdiendo el sentido, se regresan a la lancha y con rapidez ahora se van al yate, suben y se marcharon, dejando a la mujer y al niño.
– Qué bestias, y ¿Tu qué hiciste?
– Siéntate, ya preparé el almuerzo, a ver si te agrada, son pescaditos blancos en salsa de coco.
– ¡Humm! Huele riquísimo; vaya… delicioso.
– Escucha Abi!, ¿Quién es “Ojos de Arena”? ¿Es tu hijo?
– No, no lo es, pero lo quiero como tal. Su historia es muy triste, es como sigue:
Abril empezó a levantar la loza de la mesa y a lavar sus pocos menesteres de cocina y mientras se enjugaba las manos en un pequeño paño de algodón empezó su narración.
– Su verdadero nombre es “Hamza” que quiere decir “León”. Permíteme retomar la conversación desde cuando golpearon a la mujer; cuando abandonaron al bebé; los dos muchachos se llevaron a la mujer y yo al bebito a la choza de Milagros; como la mujer no despertaba, llamaron a la mamá de uno de mis muchachitos y le dio un bebedizo pero no dio resultado; mientras tanto el otro muchacho ya había ido por el doctorcito del puerto. Yo no sabía nada de criar niños, nunca los he tenido.
Entre la ropa que traía el bebé, estaba un adorno, parecido a un pectoral, con caracteres egipcios y rodeados éstos por lirios y al centro del objeto el nombre “Hamza”, el pectoral es de oro, aún lo conservo, el significado me lo dijo el doctor, que ya había llegado y procedió a auscultar a la mujer, que en lugar de ropa íntima normal en una mujer, llevaba una mascada muy fina, bordado en oro estaba el nombre “Keua”. El doctor terminó la revisión de la muchacha y nos dijo que era urgente llevarla al hospital, no tenía posibilidades de sobrevivir.
La ambulancia se tardó casi media hora en llegar, de inmediato fue trasladada a urgencias; pero no hubo remedio, el golpe fue muy fuerte, el cráneo se fracturó en tres direcciones y en el centro hubo aplastamiento de la masa encefálica, murió a los diez minutos de haber llegado al hospital.
– ¡Qué problema! Exclamó Luciano.
– El doctorcito se encargó de la inhumación, consiguiendo del municipio la salvedad de documentos de identificación. El niño quedó registrado con el nombre de Hamza Ontiveros, desgraciadamente no puede ir a la escuela; pero yo me he encargado de prepararlo y hemos logrado, él y yo, que asimile conocimientos que lo igualarían con un muchacho normal de una escuela preparatoria, el chico es muy inteligente.
– Eres asombrosa, has podido lograr algo casi imposible, por su problema.
– Mi vida ha sido el niño y mi negocio de venta de pescado en el mercado, siempre aquí en la choza; eso es a grandes rasgos nuestra vida desde entonces.
– Te prometo que todo va a cambiar, ya empecé a realizar la solicitud para que te reinstalen en tu cátedra; le comunicó Luciano.
El licenciado Pedro Perea, solicito a la capital del estado un profesor substituto para ocupar el lugar de la maestra Ontiveros, que fue despedida “Por convenir a los interés del colegio” según versión del propio licenciado Perea, a las tres semanas, llegó el reemplazo, la maestra María Luisa Cuautle, originaria de Puebla, graduada en la Universidad de las Américas.
Pareciera que estos actos fueron los motivos del parte aguas de la conducta del licenciado Perea, empezó por llegar hasta el mediodía, retrasaba las autorizaciones, se habían suspendido las reuniones de profesores para revisión de los avances en los programas de estudios. Los padres de familia ya habían reportado muchas anomalías, sobre todo que en varias ocasiones encontraron al licenciado Perea y a la maestra Guadalupe, de educación física, juntos en el antro del pueblo en horas de la madrugada y los dos con notables actitudes de estar alcoholizados.
El día que llegaron al colmo, una mañana a la hora de entrada, en el jardín del ayuntamiento, a las ocho de la mañana, entrando los niños a clases, estaban los dos sentados en una banca y abrazados, completamente dormidos. Todos los profesores y entre ellos Luciano Sánchez y algunos padres de familia decidieron hacer el reporte y tomaron varias fotografías, llamando al presidente municipal y llevarlo al lugar, de inmediato tomó cartas en el asunto, se reportó con las pruebas que se tenían, directamente al gobernador y a la SEP local.
Don Abundio personalmente, se encargó de despertar a la pareja y los detuvieron por escandalizar en la vía pública y faltas a la moral. El gobernador señor De Mendizábal está de gira de trabajo en el municipio, aprovechando la circunstancia, Don Abundio entregó el reporte personalmente a Don Arturo; dio su palabra que llegando a la capital del estado, el daría respuesta a ese penoso incidente.
Al día siguiente, el licenciado Perea y la maestra Lupe, andaban de un genio que no los aguantaba nadie; Perea preguntaba a uno y a otro quien o quienes habían llamado a las autoridades; pero nadie dijo nada, a partir de ese día, todos andábamos muy tensos, temerosos de represalias, esperábamos que el día de pago nos fueran a retener los cheques o cualquier otra canallada por parte del licenciado Perea.
Dos días y una noche se pasó el licenciado Perea metido en su despacho sin recibir a nadie y sin salir a su domicilio, ahí le llevaron alimentos, a nadie le informó que estaba haciendo; pero no faltó el filtro, la maestra Lupe se encargó de decirle un secreto a María Luisa, la maestra substituta, que el director estaba “checando los libros de contabilidad de la escuela, por si acaso le pedían cuentas”.
El tercer día citó a una junta de profesores, la cita era en el salón de actos a las 10 de la mañana del sábado. Varios maestros no estuvieron de acuerdo, ya tenían planes para el fin de semana y expresaron que no asistirían. No hubo orden del día ni tema específico que abordar, el licenciado se concretó a saludar y recomendarnos que si acaso se daba la visita del gobernador, o de alguna autoridad, fuéramos atentos, gentiles y muy discretos, ya que se corría el rumor entre los maestros que el señor director no atendía debidamente sus obligaciones, que agradecería personalmente la cooperación que brindemos.
Dos días después, en el momento en que terminaron las clases, llegaron dos autos y una camioneta en la que venía el señor gobernador Don Arturo de Mendizábal, la tesorera del estado la contadora Teresa Hernández y dos contadores como auxiliares. El licenciado Perea, lucía cual cadáver, pálido, como si fuera de cera; todos los automotores entraron al estacionamiento de la escuela, bajaron los personajes y se mandó poner una mesa y sillas suficientes para todos, excepto a los maestros, ellos estarían en el corredor donde ya estaban colocadas sillas suficientes. Se solicitó a los profesores que permanecieran en sus salones y que en cuanto se les llame acudan a los pasillos principales y ocuparan las sillas.
Todo era inquietud, sorpresa y dudas, la pregunta obligada, era: ¿Qué pasará? Unos comentaron que iban a cerrar la escuela, otros que iban a correr a Perea, en fin nadie sabía la verdad. Don Abundio llegó corriendo pidiendo disculpas por su retraso y le mostraron su lugar a la derecha del señor gobernador. El alcalde fue quien tomó la palabra para iniciar la reunión:
– Señores, muy buenas tardes, me complace en presentarles al señor Arturo de Mendizábal, gobernador del estado, a la señora María Teresa Hernández, tesorera del estado y a su equipo de trabajo. En esta reunión han venido en una visita programada desde hace mucho tiempo que por razones que se investigarán no se había practicado, por tal razón y quien dé detalles de la misma será el señor gobernador a quien debo ceder la palabra.
– Señores profesores, es lamentable que tenga el gusto de conocerlos en estas circunstancias, pero es un caso que debió resolverse hace varios años, como no acostumbro darle vueltas a los asuntos, voy al grano. Esta escuela será sujeta a una auditoría que abarcará un período suficiente para aclarar las aportaciones económicas que se han otorgado para mejoras materiales y construcción de nuevas aulas y el reporte es que no se han realizado, la señora Hernández y su equipo han determinado un fraude por más de cien millones de pesos, y como ya está comprobado, solo nos falta corroboran los datos reportados por la dirección del plantel y la realidad. Por lo pronto, se han congelado las cuentas bancarias y propiedades de los miembros del consejo de administración.
En ese momento, se escuchó el motor de un auto que pretendía salir a toda velocidad, sin darse cuenta que la salida ya estaba custodiada por varios miembros de la policía estatal y no pudo efectuar la fuga. Era el licenciado Perea quien huía, en el momento preciso que el gobernador decía:
– En vista de que sin pensarlo, ustedes han sido testigos del intento de fuga del licenciado Perea, ¿Será que se siente culpable? El señor director será detenido y juzgado por todos los cargos que el gobierno del estado ha comprobado y será objeto de juicio y sentencia.
– Señor presidente municipal detenga formalmente al licenciado.
El presidente municipal, Don Abundio fue el encargado de ordenar la detención oficial del licenciado Perea, quien ya estaba frente a los profesores y de las personas que presidían la reunión. Continuó hablando el señor gobernador:
– Como el Centro Escolar no se puede quedar sin una dirección oficial y de acuerdo a las peticiones de los profesores y padres de familia, me complazco en anunciar oficialmente que el profesor Luciano Sánchez; queda nombrado como director del “Centro Escolar Municipal”, con la facultad de seleccionar o substituir a los elementos que deseen o no permanecer en el establecimiento.
Se escuchó un grito jubiloso de los maestros y padres de familia que ya se habían reunido en los pasillos y el patio de la escuela, con aplausos y voces de aliento y felicitación. Guardó silencio el señor gobernador, esperando terminaran de lanzar vítores al nuevo director y repudio a la administración saliente.
La primera petición formal y no escrita directamente al gobernador, fue la reinstalación de la profesora Abril Ontiveros, dada de baja por su supuesta muerte, determinada por el licenciado Perea; se le restituirían los salarios caídos y una gratificación por daños morales. Al filo de las tres de la tarde, todas las personas de la comitiva del gobernador y los profesores del Centro Escolar Municipal, estaban departiendo muy alegremente en el restaurant “Rancho Los Mangos”, excepto el profesor Sánchez, los demás y el propio gobernador se preguntaban ¿Por qué no habría llegado el profesor? Era un acto que tenía el aspecto de desaire; pero, todos quedaron en silencio cuando apareció el profesor Luciano, con una bella mujer que era la maestra Abril Ontiveros, a quien todos creían muerta en un accidente hace ya quince años, y Hamza, el joven Ojos de Arena.
Se notó un silencio muy significativo y de asombro, ver llegar a los mencionados, fueron recibidos con un gran aplauso. El gobernador se levantó de su asiento y los fue a recibir interesándose vivamente por el joven Hamza Ontiveros. Una vez que la señorita Ontiveros y Hamza, su acompañante, quedaron sentados a la mesa de honor anexa a la principal. Luciano Sánchez se acercó al señor De Mendizábal, casi en un murmullo le pidió que si lo acompañaba a la biblioteca, quería mostrarle un ejemplar manuscrito del siglo XVIII, escrito por Montesquieu “El Espíritu de las Leyes” Tomo I. El propio señor De Mendizábal felicitó al profesor Sánchez.
El señor gobernador deja su lugar en la mesa de honor y sube al estrado, pidiendo a la concurrencia que guarde silencio, ya habían llegado las personas a quienes estaban esperando, procedería a dar fin a su labor por ese día. En primer lugar y resultado del cabildeo que se realizó durante más de seis meses en toda la zona escolar, tenía el gusto de nombrar al nuevo director del plantel; asumiendo el puesto con sus obligaciones y privilegios el profesor Luciano Sánchez.
Como asunto muy especial y no habiendo necesidad de repetirlo nuevamente, sino asumir la responsabilidad de la institución y resarcir los daños causados de la mejor manera posible. Por lo tanto en nombre del gobierno que presido, tengo a bien restituir a la maestra Abril Ontiveros, en el cargo de maestra y sub-directora del Centro Escolar Municipal, con los compromisos, privilegios y compensaciones que le corresponden. El caso del joven Hamza Ontiveros, ya está reservado en un hospital del extranjero en el cual se han comprometido a devolverle su visión en forma normal.
El presidente municipal, recibe la orden verbal del señor gobernador, Don Arturo de Mendizábal:
– Señor Don Abundio Razo, oficialmente le ordeno que consigne al licenciado Pedro Perea con los cargos de fraude, malversación de fondos y acoso sexual, lo antes posible estará aquí el abogado para remitirlo a donde corresponda y sea juzgado y castigado como se merece.
A partir de ese momento, se constituyó en el Centro Escolar Municipal como una cooperativa, habiendo invitado a los padres de familia a que formaran parte de la nueva estructura del centro, el gobierno del estado aportaría el 100 % del total de la remodelación, con el única compromiso de que la sociedad de padres de familia se encargara en el futuro en el mantenimiento del edificio y sus nuevas instalaciones. Las nóminas serían por parte del gobierno federal.
Tres años después, al término de la primera generación de preparatoria, sería el señor gobernador Don Arturo de Mendizábal el padrino de la generación “Hamza” en honor al niño Ojos de Arena, quien regresó de su intervención quirúrgica y restablecido de su problema, pudo salvar el curso en el tiempo y obtenido las mejores calificaciones de todos sus compañeros. Aprovecharían para ponerle nombre a la escuela, ya que solo se conocía como el “Centro Escolar Municipal”.
Estaban invitados los señores secretarios de educación pública del estado y el excelentísimo señor embajador de Egipto señor Ibrahim Adhy Khairat, debido a que el centro llevará tal nombre, “Centro Escolar Egipto” y entregará su certificado al mismo Hamza Sánchez Ontiveros, quien había sido adoptado legalmente por los profesores Abril y Luciano Sánchez. La ceremonia de clausura se llevó a efecto dando principio con la “Marcha Triunfal de Aida”, en honor a los señores de la Embajada de Egipto, seguida de la dedicatoria del evento y la entrega de certificados a los primeros preparatorianos. Enseguida las palabras y felicitaciones del padrino de la generación, el señor Arturo de Mendizábal, inmediatamente después la intervención del señor embajador excelentísimo señor Ibrahim Adhy Khairat. Fue culminada la celebración con la despedida del joven Hamza Sánchez Ontiveros a nombre de toda la generación, en idioma español que era el que dominaban a la perfección los miembros de la Embajada Egipcia. El evento concluyó con el clásico vuelo de los birretes de los graduados, abrazos y deseos de triunfos en las universidades ya escogidas por ellos mismos.
Jorge, Enrique Rodríguez.
11 de mayo de 2010.