Así como las aves regresan a su nido después de pasar el invierno en lugares más cálidos; trinos, vuelos y revuelos, dando de comer a nuevos piquitos glotones ansiosos de volar y de vivir celebrando la vida. En la misma forma, los humanos que quieren celebrar como en una gran sala de conciertos; viste su ropa de gala porque la noche se acerca.
La luna se asoma hacia la tarde púrpura y cálida en espera de la celeste soberana que en forma magnífica aparece enorme, brillante, en plenitud de su fase; acompañada de nubes que danzan con el vaivén de la brisa, armónicos estruendos de las olas en su ir y venir.
Se escucha el estruendo de una gran ola contra las rocas de la costa, nos da la señal y sorpresivamente se ausenta la última nube de la tarde y aparece nuestra esperada y hermosa luna.
Nos da una gran sensación de paz, de tranquilidad, como nunca lo he sentido; si lo que siento lo veo como algo muy grande, imaginemos si todo el mundo lo hiciera, crearíamos una fuerza tal que moveremos al mundo hacia una era de paz y tranquilidad.
¡Hagámoslo! “Celebremos a la luna”.
Jorge Enrique Rodríguez.
25 de noviembre de 2008.