Tenues líneas doradas aparecen en el horizonte, azulados grises palidecen en el ambiente de una madrugada, cargada de trinos, que como grupos corales invaden la celestial mantilla y dos brazos de amorosa madre nos recibe, para llevar a cabo las actividades que cada uno tendrá que realizar, sí, un día más.

En algún lugar de la población existe una casita, que irradia alegría y, pintada de colores que dan vida y luz a raudales. Su fachada es de dos pisos, techo de dos aguas, tipo cabaña de montaña, y un patio pequeño, de piso blanco, muy limpio. Al fondo del mismo, se encuentra sentado en una banca de azulejo, para dos personas, un hombre mayor, con lentes obscuros y un bastón de aluminio con mango de plástico duro, brillante, color negro y que se adapta perfectamente a su mano; recargando su mentón sobre el puño del mismo, parece estar observando con mucha atención a una mujer que arregla una bella jardinera, la cual tiene llena de flores y plantas muy verdes y se ven muy bien cuidadas. Hay rosas, alcatraces, malvones multicolores, rosas miniatura y destaca en el rinconcito de la derecha una hermosa jacaranda blanca con líneas de color lila, ésta todavía pequeña y es la preferida de la señora que las contempla más que las cultiva, porque les platica, les alienta a crecer, les dice que se ven hermosas, etc. Como si fueran sus propias hijas.

El rostro del hombre que contempla estas acciones, se ve sereno y da la impresión que está muy lejos del sitio que ocupa su cuerpo. Sin moverse del lugar donde estaba sentado, se dirige verbalmente a ella y le dice:

– Tú eres la más bella de las flores de tu jardinera. Ella le responde solo con una sonrisa, tan cándida y tan dulce, que él, se atreve a responder:

– Con esa expresión fue con la que me enamoré de ti.

– Hay viejito, le contesta sonrojándose. Pausadamente él desciende los tres escalones que lo separan del pequeño vergel en donde esta ella y le da un beso en la mejilla; sentándose en la orilla de la jardinera la contempla y suspira profundamente, mientras ella sigue su delicada labor.

Los acontecimientos del día siguen sin sobresaltos, la preparación de los alimentos, la llegada del hijo menor de la pareja, quien está cursando la educación secundaria en una escuela de la localidad. Más tarde llega la pequeña nieta que está en la misma escuela que el jovencito de 14 años, a quien mencionamos antes. Todos toman sus alimentos procedentes de las hábiles manos de la dulce jardinera, que goza su actividad e irradia felicidad a los habitantes de tan plácido lugar.

En el momento de compartir los alimentos platican de las diferentes clases, y la chiquita, con su desparpajo de siempre, dice que la maestra fulanita la trae de encargo y la regaña; pero ella no dice que hizo para que le llamaran la atención. El niño por consiguiente, que discutió con tal o cual compañero, que se hicieron de palabras y por poco llega a los golpes. Tal vez llamen a sus papás, en fin cosas de los chicos, que todos hemos pasado.

– Cada uno lave su loza y cubiertos.

Unos escuchan y otros no, como siempre.

– ¡Si no ayudan no hay televisión!

Se descansa viendo uno o dos programas, después todos a hacer la tarea, al término de la cual los niños salen a jugar con sus amigos y a pasar un rato en el parque de la colonia.

Es el momento de conversación para los adultos, comentarios sobre ellos, recuerdos de vida, asuntos de los chicos, posibles planes de recreación, repasar los problemas y posibles soluciones de los problemas de los hijos mayores o simplemente ver las telenovelas o de plano mejor salir a dar un paseo de “novios”. Tomados de la mano contemplando la puesta del sol, o ver pasar el tráfico sobre el puente nuevo.

A la hora de la merienda, los niños se reúnen en la casa y se ponen a leer una media hora o más, se asean y toman su merienda retirándose a sus habitaciones.

Aquellos dos personajes que hemos mencionado, llegada la hora se retiran también a sus habitaciones, no sin antes haber hecho un análisis de sus actividades del día, sus pensamientos y por qué no, planes a futuro.

– Buenas noches viejito.

– Buenas noches mi amor.

Él, mentalmente dice: “Un día más”.

Jorge Enrique Rodríguez.

 17 de agosto 2005.

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