Ustedes habrán escuchado sobre la historia mítica de Apolo y Dafne, siendo él un dios griego, perfecto en todos sus aspectos con una belleza varonil sin igual, bello de cuerpo y alma, se enamoró de Dafne hija del rio. A pesar de las ventajas que se presentaban para ella, rechazo a Apolo, pidiendo a su padre que la cambiara de aspecto para que el dios no la reconociera; su padre amoroso la convirtió en un árbol para que siguiera dando vida a la tierra y oxígeno al ambiente.
En una de las principales avenida de la ciudad se erguía un edificio de arquitectura vanguardista en el cual estaba la sede de la empresa “Residencias Urbanas Mexicanas S. A.” Empresa que estaba en vías de expansión y solicitaba arquitectos con experiencia en residencias unifamiliares; convocando a un concurso para seleccionar al mejor proyecto.
El director de la empresa “RUMEX”, era el arquitecto Valente Ruíz Mejía; se graduó hace pocos años, pero tenía una visión muy desarrollada para los negocios, excelente para su edad; ya tenía en su haber varios edificios y conjuntos habitacionales de mucho prestigio. En la aventura de expansión se hizo acompañar de dos de sus grandes amigos y compañeros de la universidad; el arquitecto Antonio López Bernal y el licenciado Carlos Juárez López.
Un día de verano previo a la temporada de lluvias llegó a recursos humanos una persona solicitando entrar al concurso de selección y su proyecto fue aceptado con el pseudónimo de “Apolo” dejando sus datos personales y número telefónico. Se recibieron más de veinte proyectos, la discusión entre la dirección y los asesores ambientalistas, legales y especialistas en planeación urbana duraron tres semanas siendo elegido el proyecto de “Apolo”.
De inmediato el arquitecto Ruíz ordenó a recursos humanos que citara al proyectista Apolo para el día siguiente, recalcando:
– Que se presente a las diez “en punto” cortó la comunicación sin dar las gracias.
Como era de esperarse a las 09:59 horas se presentó una joven mujer muy guapa; de tez morena clara, ojos color almendra, cabello lacio brillante, haciendo marco al bello rostro; lucía un traje estilo sastre de un botón, corte de buen gusto, color beige claro, su presencia hizo estremecer a todos; se escuchó la voz de la secretaria anunciando la visita.
– Arquitecto Ruíz aquí está la persona que ostenta el proyecto ganador.
– Si arquitecto, en seguida; señorita López, pase por favor.
– Muchas gracias, con permiso. (Al entrar a la oficina toca suavemente).
– Pase, ¡Valla puntualidad! ¿Y el arquitecto? (Tronó el arquitecto Ruíz con voz áspera).
– Soy la arquitecta Clarisa López Cándido y si vamos a iniciar una relación entre profesionales, le ruego que nos tratemos con respeto, ¿No cree usted arquitecto Ruíz?
– Si, si desde luego. (No salía de su asombro).
– ¿Esperaba usted a un varón?
– Bueno si, no pensé que una dama se introdujera en esté medio.
– Está usted muy atrasado, habemos muchas arquitectas; solo que los hombres nos han marginado. ¿Qué, entonces mi proyecto no será útil?
– Al contrario es excelente, usted está contratada inmediatamente; necesito que me acompañe a los predios en los cuales vamos a construir el complejo habitacional, ¿Tiene algún inconveniente?
– No desde luego, ambos somos profesionales.
– Claro, claro que sí. (Contestó todavía nervioso).
Al salir de las oficinas de “RUMEX”, el arquitecto tomó la avenida Insurgentes Norte hacia la salida de Indios Verdes y la caseta de Ecatepec, tomando camino a Querétaro. Durante el trayecto, se habló de las condiciones del trabajo, que tendría sueldo base, porcentaje de los proyectos aceptados y prima especial si el proyecto era de concurso, viáticos y hoteles de cinco estrellas; gozaría de una fianza de fidelidad porque manejarán fondos ajenos a la empresa, todo será sujeto a comprobación.
– Todo esto lo plasmaremos en un contrato, si está usted de acuerdo, pasará mañana a recursos humanos a firmarlo.
– Me parece muy bien, ahí estaré puntualmente.
Al llegar a la entrada de San Juan del Río, entraron al pueblo por la derecha rumbo a Tequisquiapan, antes de salir del centro viran a la derecha por la avenida Universidad, subiendo hasta los predios denominados “Granjas Bantí”. Eran cien predios de cimientos de cincuenta metros cada uno; eran doscientos cincuenta mil metros cuadrados. Casi cuatro horas les tomó analizar los planos y los posibles cambios de los mismos para adaptarse a la configuración del terreno, se tomaron en cuenta las sugerencias de uno y otro hasta quedar de acuerdo y se volverían a realizar los planos; ya de acuerdo a la topografía del suelo y cercanías con la avenida y la salida de la carretera. Antes de salir hacia México, se desviaron al pueblo y pararon a comer al restaurante “Portal de los Reyes”. Casi a las nueve de la noche, llegaron al domicilio de la arquitecta López Cándido; despidiéndose y quedando de llegar a las oficinas de “RUMEX” muy temprano, para modificar el proyecto y se presentara lo antes posible a los socios del consorcio de inversionistas.
La reunión con los inversionistas se llevó a efecto y con un marcado tinte machista; la arquitecta Clarisa convenció a los miembros de la mesa a que se aceptaran las sugerencias hechas por una “mujer” y por unanimidad se aprobó.
El arquitecto Ruíz siguió sus labores como director de la constructora; visitando las obras, checando con los arquitectos los porcentajes de avances, existencias de materiales, revisando minuciosamente las ordenes de compras y las entregas que correspondan a las calidades solicitadas. Mientras el arquitecta López Cándido, dedicada en cuerpo y alma al proyecto que se le encomendó. En pocos meses ya se veían avances al formidable conjunto habitacional; se terminó toda la infraestructura de agua potable, ductos para surtir gas combustible, red telefónica, conexión de antenas aéreas todo iba sobre ruedas.
Por el trato profesional que se desenvolvía cotidianamente entre ambos, Clarisa y Valente; nacía una amistad muy estrecha; asunto que le disgustó a la contadora la licenciada Ricalde; administradora de la constructora. Debido a que tenía mucho interés en el arquitecto Ruíz, lo ha estado acosando sin conseguir su propósito; esto era el motivo de su enojo. En una ocasión en que estaba la arquitecta Clarisa revisando sus obras; se comunicaron del almacén pidiendo el envío de varillas de una pulgada; pero al no estar presente la arquitecta; la compra fue autorizada por la señora Ricalde, diciéndole a Renato el almacenista que ya se habían cambiado las especificaciones y que se compraran de otra medida más delgadas y así se hizo la compra; la arquitecta López nunca se enteró del cambio.
Los trabajos en el conjunto iban avanzando de acuerdo a la gráfica prediseñada. Cuando el arquitecto Ruíz Mejía se presenta en las obras de la arquitecta López Cándido, invariablemente checando con los encargados los avances y acabados en su caso. Al inicio de la obra se les veía muy seguido juntos, viendo detalles de los materiales, ajustando tal vez tiempos y presentando a la arquitecta con los encargados; ahora era diferente cada uno en su especialidad, solo se les ha visto en el área de finanzas checando los presupuestos, en un momento determinado. Clarisa notó un costo diferente al autorizado, quiso preguntar a la licenciada Ricalde, pero en ese momento suena el teléfono contestando ella misma.
– Finanzas, no, háblame más tarde.
– ¿Quién era? Pregunta su jefe.
– Nada importante.
– Entonces, ¿Vamos bien? Pregunta Clarisa.
– Sí… claro que sí, (Asevera Ricalde, algo insegura).
En cuanto salieron los arquitectos del despacho de la licenciada Ricalde, ésta devolvió la llamada que había quedado pendiente, casi gritando le dice al personaje en la línea:
– ¿Qué quieres? ¡Te he dicho que me llames al celular no aquí!
– Vinieron los del seguro para que la arquitecta Clarisa firme los contratos, van a ir a la oficina mañana a las diez de la mañana.
– Está bien, los firmaré yo… ¡Dije que yo! Cuidado habrás la boca ¿Entendiste?… Así me gusta.
Cuando ambos arquitectos degustaban un excelente menú en un restaurante chino, retomando el contenido de la conversación.
– ¿Notaste que estaba insegura cuando te contestó?
– Si fue muy notorio.
– Lo que más me llamó la atención fue la llamada, nunca hace eso.
– Es verdad, siempre interrumpe la conversación para atender las llamadas; a partir de ahí se notó mucho más su nerviosismo.
Al terminar de comer, Valente acompaña a Clarisa hasta la puerta de su casa sin mediar una sola palabra, solo en los altos de los semáforos se cruzaban miradas, plenas de intentos de iniciar una conversación, pero ninguno se atrevía a hacerlo. Al llegar a su casa, Clarisa le dijo: “Ahí por favor”. Se detuvo el auto, el arquitecto se apresuró para abrir la portezuela derecha, aunque Clarisa se adelantó y bajo del auto sin ayuda; él la tomó del brazo hasta la puerta de entrada he intento darle un beso, a lo que ella le dijo: “No Valente, aún no”. El solo respondió “Hasta mañana Clarisa”, la arquitecta sonrió y se perdió detrás la puerta.
Pasados unos minutos de las diez horas de la mañana siguiente, llegó a la oficina de la licenciada Ricalde el enviado de la oficina de seguros para presentar el contrato y sean firmadas las pólizas correspondientes. Al ver las primas que tenían que pagar la licenciada Ricalde esbozó una expresión de disgusto muy sonora.
– ¿Qué es esto? ¡Es demasiado dinero! ¿Quién autorizo tal cosa?
– La licenciada López Cándido; es un seguro completo, incluye materiales y siniestros.
– Esa no tiene autoridad para autorizar este tipo de gastos; es necesario que se disminuya, quiten los materiales y siniestros; nunca ha pasado nada en 20 años.
– Pero…
– Pero nada, hágalo y me los trae hoy mismo, sino buscaré otra aseguradora.
– De acuerdo, ¿Se da cuenta del riesgo?
– Usted no se meta, déjeme tomar las decisiones a mí.
– Como usted diga, (Marca un número desde su celular y dice).
– Por favor elimina riesgos adicionales de la constructora, paso por las pólizas a las cuatro de la tarde; autoriza Ricalde.
El avance de la unidad seguía al ritmo calculado, llega ya el material solicitado por la licenciada Ricalde, repartiéndose en las secciones del colado y terminación de asfaltado de las avenidas interiores. El jefe de almacén de materiales buscaba hablar con el arquitecto Valente o con la arquitecta Clarisa, pero la Ricalde no les daba los mensajes; se continuó construyendo con ese material nuevo.
Los arquitectos continuaban con sus actividades de supervisión en las baterías de construcción que cada uno tenía bajo su vigilancia; faltaban solo 133 días para la entrega de esa parte de la unidad muestra, casi terminaban la pintura de las fachadas, los trabajadores con entusiasmo muy visible trabajan sin descanso. El encargado visitaba la planta baja, revisando la limpieza, uno de los pintores escuchaba una estación de radio con música de banda; en ese momento sonó la alarma sísmica en forma estridente al tiempo que inició el movimiento sísmico muy intenso al punto que varios de los albañiles cayeron de los andamios; toda la sección de muestra, veinte viviendas en total se vinieron abajo; el encargado quedó tirado en el suelo con fractura en una pierna y sangrando en la cabeza; de momento no se podía ver la magnitud del siniestro, pero era devastador; por fortuna en las demás secciones no pasó del susto salvo tiradero de pinturas y luxaciones de algunos de los pintores. Una vez calmado el movimiento telúrico, estaban ya los arquitectos y arribaron las ambulancias para dar atención primaria a los heridos y trasladarlos al hospital. Como si fueran uno solo los arquitectos exclamaron al unísono: ¡Qué pasó! Desconcertados ambos, ella como responsable y él como director.
De inmediato el arquitecto Ruíz Mejía habló a las oficinas de la constructora con la licenciada Ricalde.
– Por favor téngame listas las pólizas de seguros, vamos a levantar un acta al MP mientras tanto, reporte el siniestro a la aseguradora y que nos manden a sus inspectores de riesgos.
– ¡Con mucho gusto arquitecto Ruíz!, (Esbozando una sonrisa diabólica).
– Téngame las pólizas en la puerta del edificio; también cite al consejo a una junta extraordinaria en dos días, gracias. (Y colgó).
– Con gus… (No alcanzó a termina la frase).
Los arquitectos abordan el auto de Valente, la expresión en sus rostros reflejan el enorme problema que tienen a menos de mes y medio de la fecha de entrega, según el contrato con el gobierno del estado; al paso por la constructora recogieron las pólizas y la escritura constitutiva del negocio; la licenciada Ricalde les dice:
– Aquí están los documentos; los acompaño como representante legal (Subiéndose al auto sin esperar respuesta).
La expresión en sus rostros me hace pensar que el problema que los agobia es enorme; la licenciada Ricalde los mira de soslayo y con un ligero movimiento en la comisura derecha de sus labios pensando:
– Ahora si Valente, vas a ver lo idiota que fue tu Clarisa por su cálculo de materiales.
El agente de MP desconociendo los detalles de los constructores se concreta a levantar el acta, describe los documentos presentados, identifica a los arquitectos y al representante legal.
– Queda levantada el acta del siniestro ocurrido a su constructora…
– Debe quedar asentado que todo se debe al mal cálculo de materiales de la arquitecta Clarisa López Cándido.
– Licenciada Ricalde, (Interrumpe el juez), usted cumplió con presentarse; ahora si se llega a solicitar pruebas, se le citará oportunamente.
– Señor juez yo… (La interrumpe nuevamente el magistrado).
– Señores arquitectos, es todo por hoy; los peritos se pondrán en contacto con alguien de ustedes dos; buenos días, en un momento les entregan una copia del expediente.
– Arquitecta López Cándido, nos vemos a las tres en punto en mi oficina sin falta; licenciada Ricalde a la misma hora deben de estar sobre mi escritorio los expedientes de compra, comparativas de precio y órdenes de compra.
Siendo las 14:50 horas sonó el celular de la licenciada Ricalde.
– Hola Luisa, ¿Cómo está? ¡Ya habla!
– Si quiere hablar con la arquitecta Clarisa.
– De ninguna manera, no lo dejen hablar con nadie y menos con los arquitectos… (Alguien le arrebata el celular de la mano).
– ¿Quién no tiene que hablar conmigo? (Alcanzó a escuchar).
– ¡Vete de inmediato antes de que llegue el médico!
En el auto del arquitecto García se trasladaron al hospital Valente, Clarisa y la licenciada Ricalde; al llegar Valente exige:
– ¡Quiero ver al señor Rojas!
– Solo puede pasar la licenciada Ricalde.
– ¿Usted es Luisa?
– Si, ¿Por qué?
– Porque en este momento la voy a reportar con su jefe por ser cómplice de la licenciada Ricalde.
– No, no, por favor pasen, pasen.
– Señor Rojas, que bueno que está mejorando. ¿Cómo se siente ahora?
– Mucho mejor gracias por preguntar; les empecé a dejar varios recados desde que empezó a llegar el material indebido; cuando me negué a usarlo, la licenciada Ricalde me amenazó con correrme y lastimar a mi familia si les decía algo a ustedes.
– No es verdad, éste hombre me está levantando falsos; yo soy leal a la empresa y he cumplido cabalmente todo el tiempo.
– ¡Guarde silencio licenciada!; en cuanto llegue el comandante Arias le tomará su declaración y esté tranquilo nada le pasará a usted ni a su familia. (Valente da media vuelta y les dice a las profesionales). Las espero en mi oficina ¡Ya!
La junta de los directivos se inició a las diecinueve horas en punto; incorporándose al grupo el contador general y un auxiliar. Se estableció un plan de trabajo y revisión de operaciones bancarias; se compararon desde la solicitud de materiales, las cotizaciones, autorización de compras, listas de embarque, entradas al almacén, facturación, pagos y quién firmó los cheques; todo iba bien hasta que llegaron a la documentación de la unidad de muestra; eran ya las dos de la mañana del día siguiente cuando la arquitecta Clarisa exclamó:
– ¡Esta entrega está alterada, en el presupuesto pedí varilla de dos pulgadas y surtieron de una pulgada al mismo precio!
– Es lo que se refería el señor Rojas, licenciada Ricalde, ¿Por qué no nos avisó a tiempo?
– Señores yo… es que… los veía tan ocupados que no los quise angustiar más; con permiso me retiro.
– De ninguna manera licenciada, faltan detalles que revisar.
– Contador, por favor rastree la ruta de pagos y a que cuenta llegaron los fondos.
Después de las seis de la mañana, ya concluidas las revisiones se le plantearon las sospechas de fraude al arquitecto Ruíz Mejía para que el consejo autorice presentar la querella.
Se contactó un bufete de abogados de reconocido prestigio para que tramitará el cobro del seguro, el cual presentaba problemas por el hecho de la utilización incorrecta de varillas. El problema mayor era la liquidez de la empresa en ese momento; se pensó en un préstamo de Habilitación y Avío aunque los intereses eran muy elevados, sería solo mientras se cobra el seguro. El pago se retrasó debido a que no se había determinado exactamente al posible implicado; recurrieron al consorcio de constructoras, lograron activar de inmediato la liquidez necesaria y retomaron las actividades iniciando con la limpieza y reconstrucción de los edificios caídos; aquellos predios parecían hormigueros, obreros van y vienen, entra material nuevo, salen toneladas de escombros, etc. Poco a poco y a pasos muy seguros se iba reconstruyendo la unidad muestra; ya la fecha de entrega estaba muy cercana y todo parecía indicar que se cumplirá en tiempo y forma, aunque algunos detractores aseguraban que nuevamente estaban usando material inadecuados.
La arquitecta López Cándido sugirió solicitar un amparo sobre la posible suspensión de la obra; así lo hicieron. Faltando doce días para la entrega de la obra ya habían ordenado la revisión a un grupo de peritos extranjeros para certificar las construcciones, incluyendo las anteriores; expidiendo para los arquitectos un certificado individual por ser la más funcional y moderna unidad habitacional de interés social.
La unidad habitacional se inauguró puntualmente por el gobernador acompañado por el presidente municipal y sus respectivos gabinetes. Mientras esto sucedía el juicio de fraude seguía su marcha; los resultados de la investigación arrojaron las siguientes acciones: Detención inmediata de la licenciada Ricalde por el delito de fraude y responsable de los retiros extraídos a la constructora, incluyendo alteración de documentos y depósitos electrónicos no autorizados y organización delictuosa. Se extendieron órdenes de aprensión a dos de sus cómplices, dueños de una empresa fantasma que sirvió para lavar dinero. El resultado final del juicio hasta la sentencia, será atendido por el departamento legal de la empresa. Las unidades habitacionales ya terminadas, el juicio ya resuelto y el dinero recuperado; lo único que se le ocurrió a Valente fue decirle a Clarisa:
– ¿Aceptas una invitación a comer en “La Escondida”? Está sobre la carretera a Toluca.
– Si me prometes portarte bien, sí.
UNA HORA DESPUÉS
– Bueno, ya ordenamos, ahora voy yo. (Dice Valente, haciendo una pausa).
– ¿Aceptas ser mi esposa? Presentándole un hermoso anillo.
– ¡Con todo mi corazón!
Al fondo una orquesta de violines interpreta “Las cuatro estaciones” de Antonio Vivaldi y un amoroso ósculo sella el compromiso.
Jorge Enrique Rodríguez.
12 de mayo de 2014.